Perspectivismos
El perspectivismo filosófico se explica mediante un viejo chiste. No sé a quién se lo escuché la primera vez. Pongamos que a Eugenio: por poner a alguien célebre en medio de estas ocurrencias.
Saben aquell en que se encuentran dos conocidos en mitad de la Gran Vía, a primera hora de una tarde de invierno, y uno le dice a otro: Vaya día que llevamos, Manolo, a ti se te muere tu padre, yo pierdo el bolígrafo…
La comicidad, según Bergson, suele encontrarse en el hecho de que aparezca ante nosotros lo inesperado, en la ruptura de una cadena lógica de acontecimientos. Lo esperable, al referirnos a la muerte -si es que podemos esperar algo en referencia a ella- es que utilicemos palabras solemnes, que comparemos acontecimientos de gravedad semejante. La risa, si aparece en este chiste, estaría provocada por la desmesura comparativa de poner en relación directa el extravío de un bolígrafo y la muerte de un padre.
Ahora bien, los chistes están sometidos, como cualquier asunto, a las innumerables y cambiantes leyes de la realidad. Para que un chiste llegue a su condición, para que se cumpla como tal ha de encontrar su interlocutor adecuado, quien se sitúe a la distancia correcta de los elementos que forman su enunciado, por así decir. El chiste encuentra su sentido desde la perspectiva privada de quien lo escucha.
Que a ti se te muera tu padre y yo pierda el bolígrafo puede adquirir otro significado bien distinto, si cambiamos el punto de vista y las circunstancias de los interlocutores que participan en él. Tal vez ese padre del chiste sea un hijo de mala madre, y el hijo que realiza la aseveración considera que no se pierde nada demasiado importante con su muerte. Y quizá ese bolígrafo que acaba de perder el otro protagonista sea el último recuerdo que le quedaba de su queridísimo padre.
La perspectiva lo es todo, como si dijésemos. Para algunos pensadores la verdad sería la suma de todas las perspectivas posibles, la reunión de todos los puntos de vista de todos los individuos: algo tangible y a la vez inabarcable, algo concreto y al mismo tiempo imposible de concretar. Ciertos filósofos adjudican a Dios ese punto de vista que todo lo abarca y, por consiguiente, todo lo ve y conoce.
Las novelas también son perspectivismo en marcha, como sólo lo pueden ser las perspectivas: algo que cambia con la cambiante realidad. Una novela contiene un pedazo de vida; es decir, las perspectivas de sus personajes en relación con unos acontecimientos determinados, las voces que nos hablan gracias a la autoridad de su experiencia sobre los hechos que se nos cuentan. Hombres y mujeres concretos que escuchan el chiste del mundo y que deben enfrentarse, desde su perspectiva particular, a los bolígrafos perdidos y los padres muertos.
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