Un manual contra la manipulación   

En ‘La desinformación’, Beatriz Gallardo resume el fenómeno de forma breve y clara, y ofrece técnicas para combatirlo

Beatriz Gallardo, catedrática de Lingüística

Beatriz Gallardo, catedrática de Lingüística / Levante-EMV

Con el cambio de siglo, el sociólogo Manuel Castells publicó su obra de mayor éxito, La era de la información, tres gruesos volúmenes que definían una época. El proceso de globalización anunciaba una tendencia imparable hacia la integración en todos los ámbitos. En un futuro próximo, el mundo sería uno por primera vez en la historia y estaría alimentado por un flujo de información constante y caudaloso. En el poco tiempo transcurrido, la previsión, insuflada de expectativas favorables y en general compartida, se va cumpliendo. Pero no ha tardado en verse acompañada por extrañas sombras.

La globalización abrió heridas y la sociedad se polarizó. Apareció entonces el fantasma de la desinformación. La verdad perdió valor y en su lugar se instaló la mera opinión que reclama el mismo crédito. Incluso los hechos han dejado de ser respetados. El resultado es que vivimos en el reino de la confusión y todo esto nos ha inducido a padecer una desconfianza crónica hacia lo que nos hacía sentirnos seguros y a encerrarnos en el autoengaño de las «burbujas de filtrado» y las «cámaras de eco». Nos asalta la sensación de que no hay certezas y hasta hemos abandonado el interés por tenerlas.

La desinformación no siempre es un fenómeno surgido por generación espontánea, suele ser producto de una estrategia bien orquestada con el objetivo de manipular. Hay errores involuntarios, que pueden corregirse, pero con más frecuencia hay bulos, que mienten deliberadamente e incitan al odio. Esta es la desinformación concebida con la intención de causar daño, dirigida a captar la conformidad de una audiencia crédula e irascible. La actitud de este público nos adentra en la posverdad, que en su versión más exaltada culmina en el cinismo.

Este fenómeno suele esconderse tras el anonimato, pero se propaga rápidamente. Ha invadido el campo de la política bajo la bandera de los populismos, con alto riesgo de contagio. Y este «homicidio epistémico», como lo llama Lee McIntyre, profesor de Ética en Harvard, que ha dedicado numerosos libros al tema (el último, Sobre la desinformación), ataca al corazón de la democracia.

Ante tal amenaza, la reacción no se ha hecho esperar. Organizaciones internacionales, gobiernos, entidades y estudiosos han tomado cartas en el asunto. Beatriz Gallardo, catedrática de Lingüística, ha tenido el acierto de resumir el estado de la cuestión en una exposición breve, sencilla y clara. Su libro La desinformación es muy útil para quien quiera desentrañar las trampas con que opera esta y despejar la confusión. Facilita un vocabulario con el que dar pasos firmes en estas arenas movedizas y sugiere técnicas para combatir el negacionismo, la tergiversación y la mentira directa. Los desmentidos y las verificaciones, dice, pueden ser contraproducentes. La información auténtica, el silencio y la educación cívica son las respuestas más eficaces. Pero esta en particular requiere tiempo y el problema es de tal envergadura que no admite demora. McIntyre apura a gobiernos y ciudadanos a tomar decisiones drásticas. La cultura científica y la democracia, emblemas complementarios de la modernidad, están en serio peligro. Esta pequeña gran obra es una buena arma.

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