Queremos tanto a Millás

El escritor hace de las suyas en su nueva obra, ‘Ese imbécil va a escribir una novela’

El autor valenciano Juan José Millás, durante la entrevista.

El autor valenciano Juan José Millás, durante la entrevista. / Miguel Ángel Montesinos

Manuel Peris

Manuel Peris

Tal vez sea la astenia primaveral, pero lo cierto es que uno no puede evitar una cierta melancolía cuando piensa en el día de otra primavera bien lejana en que conoció a Juan José Millás (València 1946). Él debía tener poco más de treinta años, yo veinte. Ya había publicado su primera novela (Cerbero son las sombras) y acababa de salir Visión del ahogado. Estábamos en casa de su primo, el periodista Jaime Millás, de quien yo era vecino, puerta con puerta, en el único bloque de viviendas que había entonces en una avenida de Baleares sin asfaltar. Allí, entre una inmensa chatarrería y una fábrica de leche, un hombre mayor cultivaba la huerta improvisada en un terreno baldío.

Mi vecino, orgulloso del primo escritor, congregó a varios amigos en su pequeño salón. Frente al circunspecto Jaime, un fascinante Juanjo Millás desplegaba su verbo simpático y divertido que saltaba de un tema a otro. Debía de ser poco antes de la elecciones de junio de 1977, porque nos preguntaba a todos por las posibilidades del Frente por la Unidad de los Trabajadores (FUT), una coalición de pequeños partidos comunistas liderada por los trotskistas de la Liga Comunista Revolucionaria, que se disolvería unas semanas después tras los magros resultados obtenidos. Batallitas.

Desde que lo conocí en aquel entonces, su figura como escritor y periodista ha ido agrandándose con el paso de los años, tanto en el periodismo como en la literatura. Sus columnas periodísticas son soberbias. Sus grandes reportajes, excelentes. Sus comentarios a fotografías de prensa, absolutamente sorprendentes. Sus intervenciones radiofónicas, insuperables. Sus libros con Juan Luis Arsuaga, extraordinarios. Y sus novelas, magníficas.

No es un elogio desmedido. Pondré un ejemplo muy personal. Durante años, el primer placer de las vacaciones familiares era coger el coche y cruzar la frontera. Hasta que caíamos en uno de los interminables atascos de las circunvalaciones y peajes de las autopistas francesas. Los peores demonios que todos los conductores llevamos dentro se apoderaban de quien hasta ese momento era un alegre y pacífico viajero. Al segundo atasco ya no había buenos propósitos, ni música capaz de amansar a mi fiera interior. Entonces, cuando mi mujer detectaba que la fiebre del monumental cabreo subía peligrosamente, sacaba de su móvil la poción mágica: los podcast de Millás. Fiel demostración del poder sanador de la palabra. Seguro que muchos de sus lectores y oyentes han pasado por una experiencia similar. Así que a nadie le extrañe que unos y otros digamos que queremos tanto a Millás.

Su última novela, Ese imbécil va a escribir una novela (Alfaguara), está protagonizada por un personaje que se llama Millás, que además de la cabeza visible soporta sobre sus hombros una cabeza secreta y que muestra su extrañeza frente al mundo que le ha tocado vivir. Algo en lo que coincide con el Millás escritor, que piensa que si no hay extrañeza frente al mundo no se puede escribir. Millás es de los que cree que se escribe desde el conflicto, porque entre el mundo y él hay algo que no funciona y por eso el arte es el resultado de un desencuentro con la realidad. En esa visión de la escritura es clave la disociación y la ruptura del punto de vista. Un punto de vista marcado por la angulosidad, por el esquinamiento de la mirada.

Tras muchos años de psicoanálisis y escritura, Millás conoce bien los ingenios de la mente. Por eso este relato, como otros suyos, tiene también algo de lo que Freud denomina la ‘novela familiar’. Ese punto clave en la edificación del psiquismo, en el que el niño se inventa una parentela de sustitución de un familiar que supuestamente no lo es. Y también puede soñar con un tercero ausente poniendo en escena otra familia, siguiendo el modelo del bastardo y del niño perdido, como en los tradicionales cuentos de hadas. Aquí el personaje Millás, además de dos cabezas tiene dos padres, uno de ellos también secreto y como no, un hermano clandestino que es el imbécil que va a escribir una novela.

A fin de cuentas la gran trama de esta novela está marcada por el tema del intruso. El intruso que aparece en la vida cotidiana del protagonista representado por otros personajes y por su propia percepción del cuerpo con dos cabezas. El intruso como representación del inconsciente y de la alteridad. E incluso el intruso como representación de la psicoanalista del escritor-personaje cuya voz, dice de ella, «había devenido también una voz intrusa en mi existencia».

Una vez más, Millás hace de las suyas, con inteligencia, autoironía y un humor desopilante, capaz de actuar como un intruso de sus propios textos.

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