Les singulariza su espíritu de grupo, su espontaneidad, su simpatía, su cercanía. Pero hasta hace pocos años solo se veía de ellos el porcentaje de discapacidad intelectual que poseían. Llegaban a llamarles «discapacitados» o, incluso, «incapacitados». Caracterizadas durante años por un adjetivo que, claramente, no les hace justicia, las personas con discapacidad intelectual han llegado incluso a subir a lo alto del escenario para recoger el Goya, no solo por la mejor película del año, sino también por el de actor revelación. «Señores de la Academia, acaban de distinguir a un actor con discapacidad. Ustedes no saben lo que han hecho», decía entonces un emocionado Jesús Vidal a quien, en ese momento, no le venían otras palabras a la cabeza que «accesibilidad», «inclusión» y «visibilidad».

Hubo otros que, sin perder de vista las palabras enunciadas por Vidal, no pudieron olvidarse del club Aderes de Burjassot. Aquel que, en una lucha de gigantes que no hace más que honrarles, ha conseguido resignificar la diversidad funcional. La potente labor de interacción social y cultural que realiza este club deportivo inspiró al cineasta Javier Fesser para rodar la tan aclamada cinta de «Campeones» que ganó recientemente tres Goya. Un largometraje basado en las vivencias y éxitos deportivos de los componentes del Aderes de Burjassot que cuenta incluso como actor con Ramón Torres, uno de los componentes del equipo de baloncesto que se alzó con los 12 títulos de la Federación Española de Deportes para personas con Discapacidad Intelectual (FEDDI). Motivos más que suficientes para haberse convertido en el premio Portada del Mes de noviembre de 2018 de Levante-EMV y por los que, además, recibirá el próximo lunes el Premio Sociedad Levante-EMV Prensa Ibérica.

«Sin el baloncesto estaríamos todos apartados de la sociedad», relata Paco Sánchez. Él es uno de los veteranos de este equipo de baloncesto que regenta el club. Cualquiera que le haya tratado reconocerá que la discapacidad intelectual que le detectaron es apenas visible. La sorna, el cachondeo y las ganas de pasarlo bien son inherentes a este jugador y segundo entrenador. Pero también al equipo. Un buen hacer que les ha permitido llegar lejos, no sin antes (también ahora) sortear las obvias dificultades a las que han tenido que enfrentarse.

Más teniendo en cuenta que muchos de los miembros del club aterrizan por primera vez en el equipo después de una infancia de sobreprotección. El hijo del vicepresidente del Aderes, José Vicente Matíes, es uno de los ejemplos. Durante su juventud tuvo que afrontar cómo los profesores de su escuela, fruto del desconocimiento, cogían su mano y lo apartaban mientras los demás jugaban a fútbol, baloncesto o cualquier otro deporte.

La contradicción entra cuando, al salir de esa burbuja, se encuentran con la discriminación del que desconoce. Por eso agradecen la visión que la película de «Campeones» ha mostrado de ellos. Un filme que decidió huir de maquillar la realidad y que ha conseguido normalizar la discapacidad más allá de paternalismos.

Y es que mientras muchos temían el mero hecho del contacto físico meses antes de entrar al equipo del Aderes, han encontrado ahora en la cancha un espacio en el que sentirse libres por primera vez. «Las cuatro rayas que limitan el campo se convierten en una frontera de seguridad», explica el jugador del Aderes, Paco Sánchez. «El baloncesto es todo para ellos. Es afán de superación, es convivir con la integración. Crea un compañerismo y afinidad difícil de romper», relata José Arturo Gisbert, presidente del club.

Y esta es la verdadera esencia de estos campeonatos: la complicidad fuera y dentro del campo. «Es lo bueno que tenéis: llega un nuevo chaval que no tiene ni idea y le arropáis entre todos», alardea Gisbert. De hecho, incide Paco, «en la cancha no ves a un discapacitado. Ves a un rival. Únicamente es ahí cuando nadie ve la debilidad del otro, sino la fortaleza para poder combatirla. Así en la pista todos somos igual de fuertes, igual de campeones».

Disciplina y compromiso

Pese a que el baloncesto se ha convertido en el buque insignia del Aderes, lo cierto es que el club cuenta además con otros tantos deportes para personas con discapacidad: fútbol sala, natación, petanca y tenis de mesa. Estos últimos integrados dentro del club para que los miembros del Aderes con edad más avanzada puedan seguir sintiéndose aptos para competir, pero en una categoría deportiva donde la rivalidad es mucho menos competitiva.

Y es que el deporte les permite sentirse «parte de algo», reconocía el vicepresidente del club, José Vicente Matíes. «Les conduce a un entorno en el que se les respeta y en el que se respetan entre ellos, donde se les inculcan hábitos de socialización, disciplina, compromiso, solidaridad y entrega que les demuestra que, pese a tener capacidades diferentes, es posible llegar muy alto», como lo ha demostrado las innumerables medallas y trofeos que cuelgan de las estanterías del club. «Aquí yo siempre les digo», explica Sánchez, «que tengan sus propios errores, que disfruten de ellos y que los usen para aprender».