«La copa de la vida». Así se llamaba el artículo escrito por Jesús Rodríguez que apareció en el suplemento semanal del diario El País. Era el típico artículo que suelo pasar por alto. No me interesa el baloncesto y he de reconocer, a riesgo de parecer insensible, que las historias sobre personas con discapacidades que se superan a sí mismas habían llegado a saturar mi curiosidad sobre el tema. Pero hubo algo que hizo que empezara a leer; puede que suene a un exceso de morbo por mi parte, pero lo cierto es que no veía evidencias de qué discapacidad se estaba hablando. Las fotos mostraban a tipos bastante normales, con mucha diferencia de edad entre algunos de ellos, pero, como digo, no se les veía ningún problema físico o mental evidente. Devoré el artículo sin darme un respiro. Lo leí del principio al final sin saltarme una sola línea, una mísera coma o una nota a pie de foto. Y yo, que soy de corazón duro y lágrima inasequible, me emocioné. Yo, que soy de sonrisa difícil y de carcajada imposible, me reí. Y no por lo bien que podía estar escrito el artículo (que lo estaba), sino por las peripecias, situaciones, accidentes, incidentes, tragedias y alegrías que relataba y que habían vivido, y vivían, estos chicos y quienes les rodean. El término «discapacidad intelectual» ahora me provocaba mucha más curiosidad y admiración. Quise conocerlos. Y lo hice. Los conocí a ellos y a su entrenador Osvaldo Márquez, y abarrotaron mi imaginación con anécdotas increiblemente divertidas. Y también a Julio Talavera que me llenó el corazón de historias emocionantes y entrañables. Y a Ramón Torres que me descubrió un hecho histórico enterrado vergonzosamente en el olvido. Y así con todos y cada uno de los miembros del Club Aderes... Entonces, ya me daba igual que hubieran ganado diez o mil Campeonatos de España; dejé de pensar que ahí podría haber una película...

Tuve la certeza absoluta de que la había; una película como ellos: emocionante, divertida, graciosa, alegre. Había que contar su historia de una manera honesta, pero desde un punto de vista optimista y que, como ellos, regalara risas y carcajadas envueltas en respeto, tolerancia y admiración. Una historia que llegara al corazón y a la conciencia del espectador y presentara al público lo que yo tuve la suerte de conocer de primera mano: unas personas tan divertidas, gamberras y desacomplejadas, que consiguen que aprendas más cosas de ellas que las tú puedas llegar a enseñarles nunca. Son CAMPEONES, lo eran antes de la película y lo serán siempre.