Alcalalí se reinventa. Ha creado la marca territorial «Alcalalí en flor». Y lo que florece, además de los almendros a finales de enero y en febrero, es un nuevo modelo económico basado en el agroturismo. En los últimos 40 años, desde la primera corporación democrática, el pueblo ha experimentado cambios muy notables. Se ha pasado de unos 600 vecinos a 1.298. Y de estos, 725 son residentes extranjeros. Este municipio de la Vall de Pop es un crisol de culturas. Los residentes lo eligen por el paisaje, el sol y la tranquilidad.

El ayuntamiento tiene muy asumido lo de la democracia participativa. Gobernado por Maribel Molina, de Compromís, ha promovido un proyecto de participación ciudadana para la dinamización agrícola. La agricultura, que ha declinado en los últimos años, es ahora fundamental para salvaguardar el bello paisaje de Alcalalí. Este sector adquiere una nueva dimensión. El territorio y el paisaje son claves en el agroturismo. La rentabilidad del campo trasciende las cosechas.

El próximo mes de febrero se celebrará la ya quinta edición del «Feslalí. Alcalalí en flor», una cita que aprovecha el bello paisaje de los almendros en flor. Comenzó como un festival modesto. Se ha consolidado y atrae a miles de personas. El municipio da a conocer su gastronomía (la almendra está presente en todos los platos) y organiza rutas de senderismo por esos campos moteados de colores blancos y rosáceos (los de la flor del almendro).

El festival ha impulsado la economía local y ha insuflado autoestima en los vecinos y agricultores. Se ha creado la SAT Llauradors d'Alcalalí, que comercializa las almendras e incluso ha lanzando una riquísima y sana leche elaborada con este fruto seco.

El municipio también cuenta con un rico patrimonio. En el centro del pueblo, se alza la torre medieval del siglo XIV. Está coronada por un mirador que ofrece espectaculares vistas de la Vall de Pop y desde el que los visitantes miran «a los ojos» a otra esbelta torre, la de la iglesia de la Nativitat de Nostra Senyora. Además, aquí se conservan magníficos riuraus, un testimonio arquitectónico del auge que tuvo en el siglo XIX el cultivo de la viña y del moscatel. El municipio también cuenta con un museo etnológico. Es una antigua almazara restaurada. Conserva la maquinaria para prensar las olivas y destilar el aceite.

La administración local, la más cercana al ciudadano, también ha cambiado en estas cuatro décadas y se ha modernizado. En 2010, al cumplirse los 400 años de la Carta Pobla de Alcalalí, se inauguró el nuevo ayuntamiento. Se aprovechó la efeméride para rendir homenaje a los alcaldes y concejales de las corporaciones democráticas. Ahora que los ayuntamientos democráticos llegan a los 40 años, el de Alcalalí avanza en participación y en involucrar a los vecinos en ese modelo de presente y futuro que es el agroturismo.