L os últimos 40 años han sido los de mayor cambio en Sagunt. Además de traer consigo infraestructuras y servicios impensables o la definitiva expansión urbanística al norte del Palància y hacia el Port de Sagunt o Canet d' En Berenguer, en estas cuatro décadas de ayuntamientos democráticos se ha vivido una auténtica revolución, especialmente desde que el cierre de la cabecera siderúrgica obligara a cambiar el modelo productivo, transformara para siempre la ciudad y, paralelamente, reforzara algo que hizo posible el fin de la dictadura: La participación ciudadana en la vida pública a través de un movimiento asociativo y sindical enraizado que se ha ido extendiendo a todos los sectores, desde los vecinos a la patronal empresarial, comerciantes, ecologistas, mujeres, colectivos festivos de todo tipo, en defensa del patrimonio e incluso voluntarios que dedican su tiempo tanto al cuidado del medio ambiente como a la retirada de chumberas en el Castillo de Sagunt.

Aunque en estas cuatro décadas el camino ha estado lleno de baches y obstáculos, «la llegada de la democracia al nivel más cercano al ciudadano ha supuesto un cambio radical», como subrayaba el alcalde, el socialista Darío Moreno. «Ahora la participación nos puede parecer muy normal, pero hace 40 años no existía. Sagunt ha vivido momentos muy duros, pero las tensiones y problemas han reforzado las ansias de la ciudadanía de participar en la vida pública. Esto se evidencia en el gran número de asociaciones y movimientos cívicos existentes, que hay que seguir cuidando desde las instituciones», añadía.

Esa convicción de que «la unión hace la fuerza» ha ido calando desde los tiempos de la lucha obrera en la siderurgia y ha ayudado a amortiguar los golpes que han obligado a la ciudad a convertir las crisis en oportunidades. El primer varapalo llegó ya en 1977 cuando empezó a desvanecerse el proyecto de una IV Planta Siderúrgica que iba a disparar la población a los 250.000 habitantes. El cierre de los Altos Hornos del Mediterráneo (AHM) fue el gran mazazo en 1983, que puso fin a la empresa que había dado vida al Port de Sagunt; lo que provocó la dimisión del alcalde José García Felipe y de 17 de los 25 ediles, dejando el ayuntamiento en manos de una gestora. Regusto amargo dejó que la esperada rehabilitación del Teatro Romano acabara en una polémica que se judicializó 20 años o ver cómo se desvanecía la Ciudad del Teatro que, en el año 2000, iba a sacar lustre al legado industrial. Además de vivir dos expedientes de segregación del Port de Sagunt que no cuajaron, la ciudad vio encallarse el «maná» anunciado en 2002 como «el polígono más grande de Europa», Parc Sagunt.

Aún así, los esfuerzos conjuntos de distintas corporaciones junto a otras administraciones y colectivos locales lograron muchos avances, no siempre al ritmo deseado, pero intentando reforzar sus potencialidades. Con el reciente despegue del polígono Parc Sagunt, tras años sin acabar hasta que Mercadona apostó en 2016 por instalarse allí, la ciudad encara el futuro tras «renacer de sus cenizas», con una economía diversificada, un puerto reforzado del que aún se espera más, y la mirada puesta en la segunda fase de Parc Sagunt. Además, lo hace con objetivos claros: Ser referente socio-económico, cultural, educativo, ambiental y de turismo de calidad. Aunque el trabajo por hacer es inmenso a nivel de infraestructuras, patrimonio, integración, transporte público o movilidad, recursos no le faltan y ambición, tampoco, como prueba su candidatura a Patrimonio de la Humanidad.