Si veinte años no es nada, como cantaba Gardel, cuarenta son muchos. Media vida, como quien dice. ¿Hemos evolucionado en términos económicos? La respuesta obvia es que sí, como afirma el catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas, Jordi Palafox. Pero sin euforia. La inmensa mayoría de los valencianos que ya habían nacido en 1979 y que siguen por aquí viven mucho mejor, porque la renta ha aumentado -por ejemplo, ha pasado de 11.000 euros en 1995 a 22.659 per cápita en 2018, según los últimos datos del INE, que sitúa en el mismo período el alza del PIB de 43.123 a 112.128 millones- y se ha establecido un Estado de bienestar que garantiza unos servicios sanitarios o educativos universales. Ahora bien, la economía valenciana, con la entrada en Europa y la irrupción de la globalización «no se ha adaptado y se ha distanciado de las zonas más ricas de España y de la UE».

A este respecto, Joaquín Maudos, director adjunto del Ivie, tiene una visión negativa de lo que han significado estos últimos 40 años y la resume con una frase: «Es la historia de un fracaso». Y recurre a los datos. Esos que muestran que la renta per cápita de los valencianos era en el año 2000 un cuatro por ciento más baja que la media española, mientras que en la actualidad ese porcentaje ha subido al doce. El exceso en inversión poco productiva, la especialización en sectores de baja productividad y las debilidades del tejido empresarial, como el pequeño tamaño de las mercantiles, explican esta dinámica. Palafox coincide en esas debilidades, en la pérdida de competitividad, el proceso de desindustrialización, la excesiva dependencia del turismo y el menor peso de la exportación, pero cree que estos no han sido años en vano: «El nivel ha mejorado, aunque las tasas de crecimiento nos alejen de las zonas más avanzadas. La historia se podría haber escrito mejor y la verdad es que si no ponemos remedio y continuamos igual a largo plazo, podríamos estar peor que antes».

Una de las actividades que han sufrido un cambio más radical -y a peor- es la financiera, que ha sufrido un auténtico efecto acordeón. Primero vivió una etapa de concentración que borró del mapa a la inmensa mayoría de las pequeñas cajas de ahorros que había en la C. Valenciana. Luego, con la crisis, llegó la implosión con la pérdida de Bancaja, CAM, Banco de Valencia o Ruralcaja. Maudos considera que la banca en la autonomía «contribuyó de manera especial como financiadora y promotora inmobiliaria» a la burbuja del ladrillo que, al llegar la Gran Recesión, socavó los cimientos de la sociedad.

¿Y que fue del sector agrario, que representaba algo más de un 5% del PIB autonómico hace cuatro décadas? El catedrático de Economía Agraria de la Universitat Politècnica de València y decano del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante, Baldomero Segura, destaca los «contrastes» que ha sufrido el sector primario, pues ha pasado del 5 % al 2,5 % en la generación de riqueza y los problemas estructurales no han permitido desarrollar con éxito su cultivo estrella: los cítricos. «Eso tiene que ver con la dimensión de las explotaciones o la reconversión varietal pendiente», apunta Baldomero. Con todo, indica que negocios como el vitivinícola, el olivar o el de frutos secos han prosperado, lo que ha permitido mejorar la renta de comarcas como Utiel-Requena. También preocupa la pérdida de valor de la tierra en comparación con el resto de España. «¡Y el problema del agua!», puntualiza.

Por otro lado, el mercado laboral ha cambiado. Lorenzo Serrano, profesor de Análisis Económico de la Universitat de València, destaca dos hitos: «La mayor participación de la mujer en el mundo laboral y la mejora de la formación y cualificación de los trabajadores». Desde el lado de la demanda, constata el «auge de los puestos requeridos por los servicios así como el tirón del empleo de las administraciones públicas» en estas cuatro décadas. En su opinión, otras características son el crecimiento de la tasa de temporalidad -en la actualidad entre el 25 % y 30 % del total- así como la flexibilidad que han introducido las continuas reformas laborales para adaptarse a los cambios de ciclo económico. «La brecha salarial entre trabajadores también se ha acentuado», agrega.