La reciente etapa democrática en el ayuntamiento olivense ha estado marcada, y muchas veces condicionada, por los partidos políticos independientes. Oliva se adelantó al multipartidismo que más tarde, tras el movimiento del 15M y la crisis, surgió en la política autonómica y estatal. En 1979 ya existían cuatro partidos en el pleno, para 18 concejales que tenía entonces la Corporación. Nunca ha habido mayorías absolutas, excepto en la legislatura 1999-2003, con el Partido Popular.

La alcaldía democrática la estrenó en abril de 1979 Vicente Llopis, del PSOE, que dio paso a Felipe Oltra, también socialista, en la siguiente legislatura. Entre 1987 y 1991 José Llorens gobernó con las siglas de Alianza Popular, y le siguió Vicent Monzonís (PSOE) entre 1991 y 1995. A partir de ahí, dos legislaturas seguidas del popular Enrique Orquín, que coincidió con las mayorías absolutas del PP en la Generalitat y en la Diputación. En 2003 hubo de nuevo cambio de color y el socialista Salvador Fuster gobernó hasta el año 2011, con apoyo de Compromís.

Ni siquiera el «blaverisme» tuvo unas siglas únicas, ya que a la extinta Unió Valenciana, que entonces representaba Pepe Salazar, le salió un «competidor» local con Vicente Morera, fundador de la Organización Independiente Valenciana. Morera, que gobernó con el socialista Salvador Fuster entre 2003 y 2007, fue un concejal reelegido desde1979 hasta 2007, excepto en un paréntesis de cuatro años.

Los populares regresaron al poder en 2011 con la primera alcaldesa de la historia, Chelo Escrivà, si bien en minoría. Pero, tras un periodo tenso con constantes polémicas, en julio de 2012 los cuatro grupos municipales de la oposición (Compromís, PSOE, Gent d'Oliva y Projecte Oliva) se unieron para presentar una moción de censura y desbancarla. Se inició así un gobierno cuatripartito que acordó repartirse la alcaldía entre David González, de Compromís, y de nuevo Salvador Fuster.

Llegaron las elecciones locales de 2015 y el PP fue la primera fuerza política, pero se acordó de nuevo un gobierno cuatripartito. Las áreas se repartieron entre Compromís, que revalidó la alcaldía con David González, además de Projecte Oliva, EUPV y Gent d'Oliva. Esto situó a Oliva como uno de los pocos municipios valencianos donde tanto PP como PSOE se quedaron en la oposición.

Y en las pasadas municipales del 26 de mayo, donde cinco grupos obtuvieron representación municipal, la aritmética permitió reeditar el Pacte del Botànic a escala local y se constituyó un gobierno entre socialistas y nacionalistas, que preside de nuevo el nacionalista David González.

Ese localismo «made in» Oliva ha permitido que los gobernantes gestionaran sin grandes servidumbres respecto de Madrid o de València, pero todos reconocen que esta ciudad ha sido la «hermana pobre» a la hora de recibir inversiones, tanto de la Generalitat como del Estado.

Así pues, en parte por eso, todavía existen reivindicaciones históricas sin materializar, como la ronda a la travesía de la N-332 (que finalmente será la autopista AP-7 liberalizada de su peaje), o la prolongación de la vía férrea desde Gandia a Dénia, el famoso Tren de la Costa, que comunicaría mejor a Oliva con València y Alicante. Pero es que incluso quedan proyectos pendientes del Plan Confianza, como el retén de la Policía Local o el Centro Olivense.

Aún así, no todo han sido «debes» en la balanza de estos cuarenta años. También ha habido logros fruto de la presión política y ciudadana, sobre todo en aspectos medioambientales, como la paralización de la desecación del marjal para transformar arrozales abandonados -que había iniciado la administración franquista en los años setenta- o la renuncia de Eurodisney a establecerse en el marjal de Pego-Oliva para invertir finalmente en París, cosa que años después, en 1994, permitió a la Generalitat proteger y blindar el humedal como parque natural.