«Veníamos del médico e íbamos a comprar el pan cuando nos hemos enterado de que había tocado en la administración. Son muy amigos nuestros de muchos años y he ido a felicitarles porque prácticamente todas las semanas voy a jugar la primitiva o a comprar lotería. He vuelto a casa, he empezado a mirar los décimos, ya con los premios, y de repente he visto que nos ha tocado. Me he puesto a chillar y a chillar».

Beatriz Moreno no olvidará ese tramo de tiempo en el que no sabía que la suerte le había sido favorable. Es uno de los numerosos ejemplos de vecinos de la zona que, a golpe de décimo, ha llevado aguinaldos de 120.000 euros a casi docenas y docenas de hogares. Como el de Beatriz.

Cambio en cinco segundos

La vida cambia en cinco segundos. Y pudo cambiar para continuar tal como estaba si justo en el momento en que acudió a la administración, cierto día de verano, no llega a ver «a una señora que se llevó cinco series de ese número. Me llamó la atención y compré uno».

Reconoce la afortunada. Y ya puestos, décimos y números condenados a ser rechazados. «Me gustan los números feos. Juego todos los que veo. Los que empiezan con cero, que tienen terminaciones raras».

No es la primera vez que le toca un buen pellizco. La tercera. Ya le pasó cuando la administración repartió un quinto premio. Pero en esta ocasión, tal como confesaba, con más valor porque «ha sido un año muy duro en lo profesional y en lo personal». Es la hija del propietario del bar Enrique, un establecimiento de los de toda la vida en Benirredrà. De los de pincho de tortilla y una mesa en la calle. «Es un negocio de cuarenta años que llevaban mis padres y ahora lo llevo a medias con él».

Uno de los negocios más castigados. «En la hostelería estamos en un sinvivir permanente. No sabemos cuando nos van a decir que hay que cerrar otra vez, los 120.000 euros son una ayuda muy importante». No podía contener la emoción. «Es que yo era muy amiga también del alcalde de Benirredrá. Tiraba mucho de él y la verdad es que he pasado muy malos momentos». Emilio Falquet, al que un infarto se llevó hace apenas una semana. «Por eso, en momentos como este, te acuerdas de la gente».

Un gran pellizco, que no arregla la vida, pero sí que la sanea. «Ahora me voy, que tengo que ir a trabajar».