María Ángeles Oyana revisa una factura mientras prepara el nuevo material escolar de su hijo, con sus fotos en la estantería. GERMÁN CABALLERo

VUELTA DE VACACIONES

La tormenta de gastos que acecha a las familias

La «cuesta de septiembre» puede superar a la tradicional de enero y los expertos avisan de su impacto en las familias más vulnerables

«Yo lo que voy a hacer es ocuparme de la vuelta al cole de Diego y retrasar todos los otros pagos, como la luz», explica María Ángeles Oyana, que tiene 30 años y un hijo de ocho. «Es que todo junto este mes que viene va ser imposible», reconoce María Ángeles, que mientras habla con Levante-EMV intenta hacer números mentalmente. No lo salen las cuentas, igual que a muchas familias. «Primero van los estudios y después todo lo demás», sostiene. Septiembre, que ya suele ser un mes duro por la vuelta al cole, tiene este año dos acompañantes que asustan. Un fenómeno que en todos los radares se anuncia como la tormenta perfecta de gastos y que va a afectar sobre todo a las familias vulnerables y a las numerosas.

María Ángeles, que tiene una cardiopatía, migró desde la antigua colonia española de Guinea Ecuatorial. Luego tuvo a su hijo en València y lo cría sola. «Vivimos en un piso de alquiler que de milagro lo conseguimos. Diego es un niño muy tranquilo que suele estar en su habitación y me ayuda a cocinar, a lavar los platos y arregla su cuarto», cuenta María Ángeles. Reconoce que a veces se agobia pero asegura que están a gusto en València. Su hijo va a la escuela pública y le gusta jugar al fútbol —«dice que es delantero por la izquierda»— y ella recibió el año pasado el permiso de trabajo. Hasta ahora, ha estado haciendo trabajos ayudando a una amiga como limpiadora. Hoy busca trabajo formal en el sector de la limpieza y las trabajadoras domésticas. «Pero es difícil por la pandemia y porque muchas veces los horarios que me ofrecen no se adaptan a los horarios en los que tengo que cuidar de Diego», explica María Ángeles sobre la difícil conciliación.

Toca cuadrar cuentas

Así las cosas, este mes se antoja cuesta arriba para María Ángeles con el regreso del colegio y las facturas que cada vez son más elevadas, una combinación explosiva. «Como somos dos, normalmente me venían 30 euros de luz, este mes me han venido 50, si el mes que viene, como sigue subiendo, me vienen 55 o 60 no sé cómo lo voy a hacer si tengo que pagar el material, el uniforme del ampa, el fútbol...», enumera.

Gana 35 euros cada día que trabaja —y nunca sabe cuántas veces al mes trabajará—, recibe 600 euros del ingreso mínimo vital y paga 400 por el alquiler. El bono social térmico para hogares en pobreza energética es de apenas unos euros y ya se la ha comido el monstruo de la factura. «Muchas veces en Save the Children me ayudan con la comida y eso es todo, no tengo más ayuda». Si eso pasara, desaparecerían para María Ángeles y Diego posibilidades como «salir a la piscina y a pasar el día a la playa», algo que sí han podido hacer este verano.

Por ahora, los precios de los alimentos están por debajo de la media del índice de precios al consumo (INE), que en los últimos doce meses lleva un alza del 2,9 % en España —el dato más reciente disponible es el que corresponde a julio—. Sin embargo, diversas industrias han indicado que deberán subir los precios si la luz sigue disparada y la gasolina también. «Si llega a subir la compra, eso sería horrible, no podría dar de comer a mi hijo como toca. No tengo ni idea de cómo lo haría», opina María Ángeles.

Como Diego, hay en la Comunitat Valenciana 310.000 niños en riesgo de pobreza o exclusión social. Es el 34,8 % de los pequeños que viven en territorio valenciano, de acuerdo con los datos de Save the Children. Desde esa organización, su director en la C. Valenciana, Rodrigo Hernández, insiste en que tan pronto como sea posible «se incrementen todas las ayudas a la renta valenciana». «La energética es una competencia estatal, pero el Consell lo que sí puede hacer es reivindicar las ayudas para el alquiler». Para Hernández, el problema de las familias va «todo sumado», así que bajando el alquiler se contrarrestaría la subida de otros servicios.

El aumento interminable

El precio mayorista de la electricidad, que representa un cuarto de la factura total, acumula un 256 % de incremento en un año. Los carburantes han crecido un 17,9 %. La Súper 95, el combustible más común, es un 21,53 % más cara al situarse ya en 1,41 euros en la C. Valenciana, más o menos en la media española. A eso se le suma a partir de este mes un gasto mensual de 166 euros de media por niño solo en gastos escolares en la autonomía, según la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU).

Esos gastos medios se multiplican si la familia crece más de lo habitual. Es el caso del hogar de Clara Fornés, presidenta de la asociación valenciana de familias numerosas Más de Dos. En su casa son ella, su marido Miguel y sus hijos Clara (de 6 años), Candela y Miguel (mellizos de cuatro años). La suya es una realidad distinta a la de María Ángeles, pero también ajetreada. Educar a un niño de cuatro años en la eficiencia energética que tanto resuena estos meses «es difícil», bromea Fornés. «Siempre te encuentras una luz encendida, un grifo que de repente está abierto». Para ella y para Miguel son ni más ni menos que tres frentes abiertos a la hora de intentar gastar menos. Ponen unas tres lavadoras al día y las compras son elevadas con cinco bocas que alimentar. Y ahora al cole otra vez. Y los uniformes. Y el material, «que no son solo libros».

Pero Clara y Miguel tienen un plan. «Lo que hacemos es intentar llevar mucha organización. Todo lo que puedes organizar antes de septiembre, durante julio y agosto, lo haces esos meses», indica Clara con la seguridad de quien ya ha repetido la misma estrategia en más de una ocasión. «Eso hace que el gasto, aunque sea fuerte, no es lo mismo hacerlo en un mes que entre dos o tres meses», argumenta. Sus hijos acuden a una escuela concertada, así que en su caso el gasto en uniformes completos se eleva. «Los zapatos sí que hay que comprarlos en septiembre, porque antes de verano no se puede saber si un niño va a crecer una o dos tallas. En cuanto a los uniformes, los intentamos estirar y es posible que a mitad de curso compremos otros», comenta.

La mayor de los tres, Clara hija, empieza este año la etapa de Primaria y considera Clara madre que con ella va a tener un gasto extra que hasta ahora, en Infantil, no se producía. «Voy a ser más consciente aún del dispendio», expresa.

Tanto ella como su marido sí conducen, al contrario que María Ángeles, y el pico en combustible también se nota, además de esa luz multiplicada por cinco usuarios. Llenar el depósito en la Comunitat Valenciana cuesta ahora 70 euros, unos 12 euros más que hace un año, cuando el litro marcaba 1,14 euros —cierto es que ese precio se dio en un contexto de hundimiento de los precios del petróleo durante 2020.

«Quienes lo pasamos mal somos todas las familias, ya que detrás de todas estas subidas hay muchos impuestos que benefician a mucha gente», opina esta valenciana. Clara trabaja precisa e irónicamente en una comercializadora de electricidad, y se asusta con lo que se dice en círculos de su empresa sobre la larga espera hasta que los precios del sector registren una tendencia a la baja.

Soluciones urgentes

Se dijo en otros años, en épocas de crisis, que la clásica cuesta de enero española se adelantaba. Pero en esta ocasión el noveno mes del año llega acompañado de dos circunstancias excepcionales. «Esta cuesta de septiembre puede ser aún peor que la cuesta de enero», aventura el secretario general de la Unió de Consumidors de la Comunitat Valenciana, Vicente Inglada. El mal tiempo todavía no va a llegar climatológicamente hablando, pero faltan apenas días para una tormenta perfecta con facturas huracanadas que amenazan con llevarse volando el dinero de los bolsillos de los valencianos este año.

Es un problema que se va a producir a nivel estatal, aunque Inglada remarca que «la mala financiación que reciben los ciudadanos de la Comunitat Valenciana por parte del Estado acaba afectando a los propios consumidores». Es decir, un clavo más para la tumba mensual. «Y esto está afectando sobre todo a las familias con menos recursos», avisa.

La autonomía, a su vez, se sitúa tercera por la cola en una cuestión clave para los consumidores: la actualización de los salarios respecto al IPC. Si la inflación interanual es del 2,9 %, los salarios solo lo hicieron un 1,37 % de media hasta julio, lo que supone una pérdida de poder adquisitivo anual del 47,24 %. Casi la mitad.

Si bien son figuras alejadas de las dos cifras que los sueldos se dejan contra la inflación en otros países —principalmente en los que están en desarrollo—, España y la Comunitat Valenciana van camino de cerrar una inflación en el año natural 2021 que no se veía desde 2012, cuando el indicador marcó 2,90 % de incremento.

Inglada apunta a que si se logra desactivar la escalada del precio de la luz desde el Gobierno, eso puede parar el resto de un círculo vicioso que por ahora desemboca en la subida generalizada de precios. «Con la subida de todos los elementos, la industria nunca va a salir perdiendo: va a afectar al producto final en nuestra compra, vamos a ver que los precios subirán», asevera. Como consejos de cara a septiembre, Inglada advierte a las familias de no endeudarse con ofertas de crédito «tóxicas» y de intentar seguir los horarios de eficiencia energética para no verse más perjudicados por un mes al que las familias se tendrán que medir en un duro pulso.

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