Informe
Arquitectura neomudéjar en València
Aún hoy en día pueden verse repartidos por la ciudad edificios residenciales cuyas fachadas tienen una clara inspiración mudéjar, un patrimonio arquitectónico que las administraciones tienen la obligación de proteger.

1- Casa Cruz del paseo Russafa 24, proyectada en 1859 por el maestro de obras Vicente Alcayne. 2-Antigua Casa del Barón de Alcalalí de la calle Ruiz de Lihory 7, originaria de 1856, obra del arquitecto Vicente Martí. 3- Edificio de la calle Lepanto, en 2009, antes del derribo de sus interiores el pasado año. Fotos de Tomás Roselló

Entre los edificios residenciales que forman parte de nuestro patrimonio arquitectónico, todavía se conservan algunas emblemáticas construcciones del siglo XIX, ubicadas en el núcleo histórico de la ciudad de València, que incluyen en sus fachadas de ladrillo visto elementos decorativos inspirados en la arquitectura mudéjar. Este es el caso de la antigua Casa del Barón de Alcalalí, de la calle Ruiz de Lihory 7, originaria de 1856, obra del arquitecto Vicente Martí Salazar; o la Casa Cruz del paseo Russafa 24, proyectada en 1859 por el maestro de obras Vicente Alcayne Armengol, en la cual se ha mantenido su volumetría original, a pesar del paso del tiempo.
No obstante, por el camino quedó otra destacada edificación también de la misma época, que arquitectónicamente se puede relacionar con las anteriores. Esta es la desaparecida casa que se ubicaba en la actual plaza Rodrigo Botet 6, que fue víctima en 1972 de la piqueta demoledora. De hecho, la profesora Trinidad Simó (1935-2020) puso en relieve su pérdida un año más tarde en la publicación «La arquitectura de la renovación urbana en Valencia», consecuencia de su tesis doctoral.

Arquitectura neomudéjar en València / T. Roselló
Desgraciadamente, medio siglo después de aquel triste suceso, el pasado año se volvió a autorizar un derribo, en este caso parcial, de acuerdo con la normativa urbanística municipal vigente en una construcción de la segunda mitad del XIX, de esta misma vertiente estilística y uso, concretamente en el ensanche histórico de la ciudad de València. Este es el caso de un edificio, que contaba con planta baja y dos alturas, de la calle Lepanto del barrio del Botànic, el cual el consistorio al menos consiguió conservar en parte, aunque no pudo evitar la supresión de sus interiores y su futura sobreelevación. Cabe recordar que esta es una de las últimas muestras que han llegado hasta nuestros días del mencionado grupo de edificios de viviendas con motivos basados en el mudéjar y ubicados en el área urbana original de la ciudad. En este caso concreto, estas decoraciones están desarrolladas principalmente a partir de diversos aparejos de ladrillo de formas romboidales en relieve. Estos fueron realizados por mano de obra experta, como se puede comprobar in situ en su alzado, dirigida de manera brillante por un maestro de obras o arquitecto, y que van acompañados de interesantes cerrajerías, dispuestas en las barandillas de sus balcones y en las rejas de sus ventanas.
De hecho, según hemos podido documentar de forma inédita en el Archivo Histórico Municipal de València, fruto de una búsqueda exhaustiva, este edificio fue promovido, muy probablemente, entre 1874 y 1877 por el rentista José Antonio Belloch Tramoyeres (1820-1883), casado con Gabriela Ruiz Brull, que además fueron los primeros que lo habitaron en uno de sus bajos.
Valioso patrimonio
En definitiva, como hemos visto, una parte de nuestro valioso patrimonio arquitectónico continúa amenazado, especialmente algunas interesantes muestras de la arquitectura histórica residencial que se encuentran sin proteger y que conforman la imagen de muchas de las calles de nuestros municipios. Es por eso que sería fundamental que los ayuntamientos de nuestro territorio tuvieran estos inmuebles con interés historicoartístico catalogados, teniendo en cuenta también la importancia de sus interiores. Estos últimos, compuestos por sus pavimentos, revestimientos cerámicos, carpinterías, decoraciones y estructura, constituyen un testimonio vivo de los oficios tradicionales de los cuales cada vez se conservan menos ejemplos. Protegiéndolos, podríamos garantizar la mejor preservación de este legado cultural que no se debería perder, sino proteger, restaurar y difundir.n
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