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Un molino en proceso de reciclaje

Una exposición reúne proyectos de seis jóvenes arquitectos con ideas para recuperar los Molins de la Vila como icono de la cultura del arroz y del agua

Una escuela de cocina, de teatro, o un taller de fallas son algunos de los usos que alumnos del Taller 2 del Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia darían al Molí del Pasiego. Los seis mejores proyectos fin de carrera realizados sobre este edificio conforman la exposición «El espacio reclamado, reciclando arquitecturas», que se exhibe hasta el 1 de febrero en el Espai Claros de la sala Els Porxets de Sueca.

El tema común que se aborda en los trabajos es el reciclaje arquitectónico de los antiguos edificios e instalaciones, que datan en su mayoría de finales del siglo XIX. La muestra ofrece «una oportunidad para reflexionar sobre la rehabilitación del patrimonio cultural como nuevo dinamizador de la economía y la regeneración urbana de su entorno», explica el arquitecto suecano Carlos Salazar, profesor del taller y coordinador de esta exposición.

No se trata sólo de resolver o mantener un edificio, según Salazar. «Tiene implicaciones urbanísticas, culturales, y es un referente comarcal o incluso provincial, porque representa el sentido del paisaje, que es la cultura del arroz y del agua», explica. Y añade que no se apuesta sólo por crear un museo, sino por crear equipamientos que sean dinamizadores de la economía y de la cultura. «Los proyectos tienden a pensar en instalaciones que sean rentables y que ayuden a mantener su espíritu», advierte.

Los usos futuros que proponen los autores para el edificio van más allá de recuperar el espacio únicamente como museo. El conjunto arquitectónico ofrece numerosas posibilidades, desde escuela de gastronomía, restaurante especializado en arroces, o espacio polivalente donde celebrar talleres y exposiciones, hasta un albergue o pequeño hotel. En general abogan por usos flexibles alrededor de la identidad y la cultura del territorio, capaces de generar economía. También se imaginan las instalaciones como centro de actividades turísticas, como un centro de atención a los visitantes, desde donde se pudieran organizar excursiones para dar a conocer el municipio. O incluso un aula de la naturaleza.

«El edificio se conserva en buenas condiciones», apunta Salazar. Los expertos que visitaron las instalaciones aseguran que se está a tiempo de poder intervenir en él sin gastar mucho dinero, porque las infraestructuras se mantienen en buen estado, añade el arquitecto.

En los proyectos se apuesta por la conservación de elementos, dando continuidad desde la Ronda del Borx, a través de los antiguos lavaderos, hacia la Placeta del Convent. «Buscan crear un espacio abierto de encuentro, que no quede cerrado y restringido».

El conjunto arquitectónico todavía alberga antigua maquinaria en buen estado. Se trata de una joya de arqueología industrial, según los expertos, y por su valor histórico, «en sí misma ya podría constituir un espacio expositivo», expresa Salazar. Una vez al año se pone en funcionamiento el utillaje para contribuir a su mantenimiento.

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