Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carlet entra en el camino del Grial

La exposición para la difusión del Santo Cáliz de la catedral de Valencia recoge que la copa quedó escondida durante la Guerra Civil tapiada en la pared de una casa carletina

la actual calle de sant calze de carlet donde quedó escondida la reliquia entre junio de 1937 y el 30 de marzo de 1939, acabada la guerra.El Santo Cáliz en la visita a Carlet de 1964 junto al matrimonio que acogió la reliquia.Descubrimiento de una placa en la misma calle.Misa por la visita del Grial a Carlet en 1964. f memoria gráfica de carlet

El museo del Almudín de Valencia acoge estos días y hasta el mes de junio la exposición Els Camins del Grial, la mayor muestra histórica dedicada al Santo Cáliz, la copa que la Iglesia Católica identifica como la que Jesucristo usó ante sus apóstoles en la Última Cena hace más de dos mil años, y con la que han celebrado misa los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La exposición incluye también la estancia de la sagrada reliquia en Carlet, donde permaneció escondida durante la Guerra Civil tapiada entre las paredes de una vivienda. Con ello, esta localidad de la Ribera se incorpora con pleno derecho a los caminos del Grial. Según la muestra, el trayecto de la copa hasta la catedral de Valencia, de donde partió a Carlet en junio de 1937, es, a grandes rasgos, el siguiente: Salió de Jerusalén en manos de San Pedro y llegó a Roma. Según la tradición, el diácono San Lorenzo la trasladó a los Pirineos en su huída de las perscuciones a las que los cristianos eran sometidos por aquella época en la ciudad eterna.

El Grial permaneció durante siglos en el monasterio de San Juan de la Peña, en Huesca, y pasó en 1399 a manos de los reyes de la Corona de Aragón, hasta que fue depositada por Alfons el Magnànim en la Catedral de Valencia en 1437.

Desde entonces las únicas salidas de la catedral de Valencia han venido provocadas por causa de fuerza mayor: la primera tras la invasión de Napoleón en a principios del siglo XIX y en los primeros momentos de la Guerra Civil (1936-1939) cuando grupos revolucionarios asaltaron la catedral y trataron de llevarse el cáliz. Carlet es, además, el único municipio donde la copa ha permanecido en dos ocasiones en los últimos doscientos años, la primera durante la guerra española y la segunda 25 años después cuando presidió una misa para rememorar aquel acontecimiento.

Carlet aún recuerda aquella estancia con la dedicatoria de una calle, la del Sant Calze, realmente una callejuela sin salida junto a la plaza Mayor.

Publicaciones avaladas por el Arzobispado de Valencia señalan que el 21 de julio de 1936, apenas iniciada la guerra, el cáliz fue salvado del saqueo e incendio de la Seo y escondido en distintos domicilios de la ciudad de Valencia hasta que finalmente una de las feligresas, la carletina María Sabina Suey, decide esconderlo en la vivienda familiar de Carlet. El canónigo Elías Olmos le entregó la copa envuelta en papel de periódico. Permaneció en el domicilio de la calle Avellanas de Valencia escondido en una hornacina en la cocina. Finalmente el temor a registros por parte de los revolucionarios que saquearon la catedral provocó que saliera hacia Carlet.

«El canónigo archivero Elías Olmos la entregó a las nueve de la mañana tras la misa del día 21 de julio, la última que se celebró en la catedral hasta el final de la guerra, después de extraerlo de la urna y envolverlo en papel de seda», recogen informaciones de prensa concluida la contienda.

El 20 de junio de 1937, las hermanas María Sabina y Nativa Suey «después de varios registros policiales y de amenazas que en varias ocasiones pusieron en peligro la vida de los celosos guardianes del Santo Cáliz se decide llevarla a Carlet —prosigue la información— el propio Olmos dirigía desde su escondite las operaciones de custodia del cáliz», rememora la documentación.

Oculta junto al gallinero

La copa sagrada acaba en una vivienda de la familia Suey en Carlet ocupada por el matrimonio formado por Lidia Navasquillo y Bernardo Primo. Oculto el Grial dentro de una caja de metal y colocado en el hueco de una pared fue convenientemente tapiado por el propio Primo en una hornacina del desván, lindante con el gallinero, que disimuló con un tabique de ladrillos.

Allí permaneció hasta el penúltimo día de la Guerra Civil cuando las nuevas autoridades franquistas y la familia que había acogido la reliquia deciden sacarla de nuevo a la luz. El 30 de marzo de 1939, el propio Elías Olmos acude a Carlet con los miembros de la Junta de Recuperación Artística. Bernardo Primo rompe el tabique y entrega la caja de metal a Olmos. «Todos pudieron advertir que la sagrada reliquia permanecía intacta. Rezaron una oración los allí presentes y se la llevaron a Valencia», añade la información.

Veintincinco años después, el cáliz es recibido de nuevo en la ciudad. «Triunfalmente, en testimonio de gratitud hablaron las gargantas de los carletenses en pública veneración y oración», señala la prensa de la época, que recoge imágenes de una puesta en escena de los años más duros del nacionalcatolicismo.

Compartir el artículo

stats