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Regreso a casa

Hoy se cumplen 50 años de la llegada de la Virgen de Lluch desde Valencia Alzira le brindó un recibimiento excepcional

Regreso a casa

Se cumplen hoy cincuenta años de la llegada de la imagen de la Virgen de Lluch a Alzira, procedente de Valencia, al igual que lo hizo 25 años antes, tras ser restaurada al término de la más incivil de las guerras. Entró en la ciudad por la carretera de Corbera y al llegar a la barriada de l'Alquerieta, un disparo de carcasas anunció la llegada, siendo recibida por las autoridades locales y representantes de la cofradía. El vicario general, José Songel Pérez era portador de la imagen, que fue el artífice la restauración.

En la comitiva procesional abría marcha un grupo de niños ataviados con traje de tunos de la escuela de párvulos de la calle Chulvi, con su maestra doña Fina Fernández. Segían las Camareras de la Virgen, fieles, y falleras lideradas por la reina de las fiestas, Presentación Llinares Gómez: a continuación podía verse al presidente de la Colonia Alcireña en Valencia; al director espiritual de la cofradía, Joaquín Nadal, al clero y a las autoridades, presididas por el acalde Bernardo Andrés Bono.

La imagen de la Virgen fue llevada a la parroquia de Santa Catalina, acompañada de la banda de música de Guadassuar. En la iglesia, fue trasladada al salón de sesiones del ayuntamiento, donde el alcalde pronunció unas sentidas palabras de bienvenida.

El siguiente día, 2 de mayo, a las diez de la mañana hubo una recepción oficial al general alcireño, Agustín Sifre Carbonell, a quien acompañaba su esposa. Ambos fueron declarados huéspedes de honor. En la misa también participó el arcipreste Francisco Albiol. En la misa intervino la coral del Real Colegio del Corpus Christi de Valencia. Terminada la eucaristía, la comitiva se dirigió al Pont de Sant Bernat, donde ofrecieron coronas de laurel a los patronos de la ciudad.

Por la tarde, a las seis y media, partía la procesión hacia la plaza —entonces del Caudillo, hoy plaza Mayor— donde fue depositada la imagen de la Virgen en una tribuna para recibir una ofrenda floral. Abría marcha la banda de gastadores de la Guardia Civil, al mando del sargento Juan Cebrián, siguiéndoles una gran comitiva con más de 200 caballeros de la Virgen, jóvenes vistiendo el traje regional o mujeres ataviadas con mantilla española.

La plaza presentaba un aspecto de gran solemnidad; centenares de ciudadanos la ocupaban materialmente. Una atronadora ovación rubricó el discurso del general Sifre, quien acto seguido, emocionadamente se despojó de su fajín de general del ejército y arrodillándose ante la imagen de la Virgen, se lo impuso. Con emocionadas palabras subió al estrado y al hacer la ofrenda dijo: «El fajín que he hecho entrega a la Virgen de Lluch, es el que me regalaron mi esposa e hijos al ascender a general; solo podía guardarlo mejor la Virgen patrona de mi pueblo; la medalla individual me la regaló la ciudad de Alzira y la llevo sobre mi pecho, pero también se la entrego a Ella»,

Ofrenda de flores y mantos

Presentación Llinares Gómez, reina de las fiestas de Alzira y fallera mayor de aquel año, portando en bandeja de plata la corona de la Virgen de Lluch, la ofrendó en nombre de Alzira y la reina infantil, Carmen Alós Lairón, la corona al Niño Jesús. Poco después la reina de la Colonia Alcireña en Valencia, María del Carmen Navarro, ofreció los mantos para la Virgen y al Niño, obsequio de la Colonia.

Vítores, aplausos y suelta de un millar de palomas, que se elevaron al cielo, confundiéndose con esta demostración mariana, la más grande que se la conocido en Alzira, en aquella momerable fecha del 2 de mayo de 1965.

Procesión al santuario

Portando las coronas —costeadas por suscripción popular— y los mantos, doña María Colom, esposa del alcalde Bernardo Andrés Bono, ofecia a la Virgen los ramos de azahar, de plata, comenzando a formarse la comitiva procesional que trasladó a la Virgen a su santuario de la Muntanyeta, donde estaría aguardando hasta septiembre su bajada a la población para compartir unos días con los fieles alcireños.

Momentos de verdadera emoción el paso de la Virgen por las calles de la ciudad, donde todos los alcireños la aclamaban hasta llegar al santuario donde quedó entronizada. Con esta sucesión de ceremoniales, Alzira vivió hace ahora medio siglo, la más grande de sus jornadas en aquel «Día de la Madre», que dedicó a Santa María de Lluch.

La repercusión del acto de estos dos días fue tal que, enterado el arzobispo, don Marcelino Olaechea, visitó días después el santuario situado en la colina urbana de Alzira, comprometiéndose a solicitar al Papa el Año Santo alcireño y la Coronación Canónica de la Virgen de Lluch, realidad que fue un año después. Por su parte, la ciudad se comprometió a terminar las obras del santuario y dar comienzo a las obras de la nueva parroquia de la Virgen de Lluch

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