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El ocaso de la industria citrícola

Los trabajadores sufren la precariedad y apenas logran buenas jubilaciones tras el goteo de cierre de los otrora potentes comercios de compra y manipulación - Un puñado de establecimientos mantiene la actividad y se resiste a bajar la persiana

El ocaso de la industria citrícola

La industria agroalimentaria citrícola de la Ribera Baixa no es ni la sombra de lo que fue. Paralelamente a la crisis de la naranja, el goteo constante de cierre de almacenes ha sido la tónica habitual en las últimas dos décadas, un fenómeno que ha acabado también por pasar factura a los trabajadores, enviado a plantillas enteras al paro o sufriendo la precariedad laboral en el mejor de los casos. Este círculo vicioso ha acabado por desarmar a un sector que tradicionalmente había sido clave para el sostén de la economía de la comarca y que ahora se revela como residual.

No hay localidad que no sufra en sus propias carnes el cierre de los otrora potentes comercios de compra y manipulación. En Cullera, en la actualidad solamente sobrevive uno de los grandes almacenes, Eco Ribera. Fuentes consultadas apuntan que su actividad ha disminuido considerablemente durante estos últimos años en comparación con el pasado. Actualmente, emplean a unas 90 personas en temporada alta, según fuentes sindicales, pero la carga de trabajo no es ni por asomo la que llegó a tener.

En las últimas décadas han desparecido alrededor de siete empresas cullerenses, la última fue Frutas Aragó, dedicada al manipulado y envasado de cítricos, que cerró sus puertas a finales de 2014. Los almacenes de Costeta, Cavanilles, Frutas Botanch o el de Nicola fueron otros que con el tiempo sentaron ya un precedente. La presencia de la industria agroalimentaria en el municipio que lucía como eslogan aquello de la bahía de los naranjos es prácticamente testimonial.

En Sueca, el cierre de Pascual Hermanos a finales de los 90 anticipó el declive de los almacenes de naranja. Hoy en día, sobrevive Frutas Morell, que emplea a menos de 40 trabajadores.

Más recientemente, un municipio tradicionalmente agrícola como Corbera „«De Corbera i dolces», se ha dicho siempre„ ha vivido la paralización de la actividad del mayor almacén de manipulado frutas que tenía la población, Frutas Ponche, lo que reduce a la mínima expresión el peso de la industria agroalimentaria en la zona.

El futuro de la prestigiosa marca es aún incierto, según confirmaron a este rotativo los responsables de la empresa, y todavía no puede hablarse de cierre definitivo ni de que la próxima campaña no vaya a volverse al tajo. Al parecer, en estos momentos se está estudiando un plan de viabilidad.

Lo que es innegable es que esta noticia ha golpeado duramente a la economía local. El peso de Frutas Ponche es considerable ya que pasa por ser la mayor empresa de Corbera.

Ya hace dos años, otro de los grandes almacenes frutícolas corberanos que sobrevivían, Frutas Ber, bajó la persiana y así más de una decena de ellos. En los buenos tiempos de la naranja, Corbera llegó a albergar más de una docena de esta clase de industrias, que ofrecían trabajo a manipuladoras, «collidors» y transportistas, principalmente. En estos momentos, solo subsiste, Morales Júcar, y otros de menor tamaño dedicados a la venta de naranjas por internet como también sucede en Cullera.

En la zona, también el año pasado bajó la persiana el último que quedaba en Llaurí.

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