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Cuarenta molinos para exprimir el Xúquer

El volumen supone un somero repaso a la trayectoria evolutiva de las casas molineras valencianas, su distribución geográfica o los conflictos que padecieron

Cuarenta molinos para exprimir el Xúquer

El río Xúquer ha sido, puntualmente, uno de los principales rivales de la ciudadanía de la comarca durante su historia, cuando su devastadora fuerza arrasó todo a su paso y marcó a sangre la memoria de varias generaciones. Sin embargo, la relación no ha sido normalmente agresiva y los habitantes de los pueblos fueron configurando sus vidas siempre pegados a la falda del cauce, donde la riqueza hídrica (aliñada con unas condiciones climatológicas sublimes y una tierra para el cultivo adecuada) acababa siempre por transformarse en campos agrícolas de frondosa belleza. Con el tiempo, los ribereños controlaron las aguas y aprovecharon la inercia del río para convertir su fuerza en energía hidráulica. Lo ha constatado el investigador de Alzira Tomás Peris Albentosa en su nuevo estudio, donde diseña un completo análisis de los molinos de agua valencianos entre los siglos XIII y XIX.

El libro, editado por la Institució Alfons el Magnànim, repasa la trayectoria evolutiva seguida por las casas molineras, su distribución geográfica, la conflictividad creada a su alrededor (sobre todo por la escasez del liquido elemento) o las innovaciones tecnológicas aplicadas con el tiempo. Uno de los apartados más interesantes por lo que hace al conocimiento de la historia de la Ribera es el estudio de los molinos arroceros. Según el investigador de Alzira no resulta complicado encontrar en los archivos noticias de casales arroceros durante los últimos siglos medievales en aquellas comarcas donde se expandió el cultivo.

La Batllia General otorgó permiso a los jurados de Cullera en 1480 para construir un molino arrocero sobre la acequia que partía de la azud real y recorría la vila. El historiador Manuel Ardit documentó otro en el marquesado de Llombai en 1492. La expansión arrocera experimentada en la segunda mitad del siglo XVII (y continuada en los XVIII y XIX) comportó un aumento considerable de la cantidad de casales especializados y mixtos, harineros y arroceros. Fue el caso de Ribera, destacando las partidas judiciales de Alberic, Sueca y Alzira. En 1847 se contabilizan molinos arroceros o mixtos (también harineros) en Alberic (4), Algemesí (4), Benimuslem (1), Villanueva de Castellón (2), Guadassuar (6), la Pobla Llarga (2), Sant Joanet (1), Manuel-l'Abat-Faldeta (2), l'Ènova (2), Senyera (1), Alzira (?), Fortaleny (3), Riola (1), Cullera (3), Sollana (1) y Sueca (5).

Algemesí como centro

Según Peris existía una preferencia de los casales mixtos sobre los especializados. Se visualiza, además, una modificación del centro de gravedad de los arrozales como fruto de la ampliación de la Acequia Real entre Algemesí y Albal (financiada por el Duque de Híjar), concentrándose en estas localidades un buen número de producciones que anteriormente se situaban en Alberic.

El eminente botánico Cavanilles describió en sus rutas por el territorio valenciano el molino de arroz de Benimuslem en la última década del siglo XVIII. Detalló como trabajaba y destacó la similitud entre las muelas harineras y las arroceras, facilitándose así la reconversión productiva del emplazamiento según la demanda del momento. Las harineras eran más pequeñas y delgadas y giraban a mayor velocidad que los mecanismos preparados inicialmente para el trabajo del arroz.

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