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La condena a derribar su casa deja a una familia de Benimodo en la ruina

El matrimonio jubilado ruega paralizar la sentencia que le concede un mes para demoler la vivienda, construida sin licencia tras nueve años de pleitos

La condena a derribar su casa deja a una familia de Benimodo en la ruina

Imagínense que descubren de la noche a la mañana que su vivienda es ilegal al estar situada en suelo no urbanizable y que de todas las que hay en esa zona, solo la de usted va a ser derrumbada. Pues algo parecido les ha ocurrido a dos vecinos sextagenarios de Benimodo. Paco y Mercedes compraron en 2005 un sueño de sol y tranquilidad y ahora, se han encontrado con la peor de las pesadillas. Su casa será derrumbada a principios de septiembre después de que por su cartera pasaran cinco abogados, hayan pedido varios indultos y hubieran recogido cientos de firmas con el objetivo de paralizar un desenlace que a día de hoy es irrevocable.

La familia García-García construyó en su finca de alrededor de cuatro hanegadas a las afueras de la localidad, un pequeño habitáculo en el que utilizan un motor de gasolina y varias baterías para tener luz. Al mismo tiempo, mientras ellos levantaban sus cimientos, cerca de su propiedad también otros hacían lo mismo. La policía pasaba a diario por esa zona aunque no advirtió en ningún momento de la ilegalidad que suponía llevar a cabo esa obra, hasta que un día el matrimonio recibió una notificación, con la casa ya terminada, que les informaba de que habían sido denunciados por los agentes al haber edificado en un sitio donde estaba totalmente prohibido. «Nadie nos avisó cuando mi hijo estaba construyendo el domicilio. La policía veía continuamente lo que estábamos haciendo y seguía con su rumbo, hasta que un día, nos vemos una multa, con la singularidad de que era el único bloque que había sido denunciado de los más de sesenta que hay en esta zona», aseguraba Mercedes.

Rápidamente, se pusieron manos a la obra con el fin de solventar el inesperado problema pero cada día que pasaba el disgusto se hacía más grande. «La sentencia que me cayó fue de 2.200 euros de sanción y seis meses de prisión. Por suerte, no tenía antecedentes penales y no fui a la cárcel. Hicimos el pago pero la cosa no se quedo ahí. El ayuntamiento empezó a torpedear la operación y finalmente, no tuvimos más remedio que ir a juicio. Tuvimos varios abogados de oficio pero ninguno logró convencer al secretario municipal para que alargara nuestra prórroga. Hemos peleado mucho, hemos gastado casi todos nuestros ahorros, pero no podemos hacer más. Esto es una injusticia», declaraba el marido de Mercedes.

Los dos afectados padecen enfermedades graves. Paco ha tenido cáncer y durante el proceso de disputa por salvar su casa, tuvo que sacar fuerzas para superar su dolencia de donde no las tenía. Su mujer, tiene un problema en la columna, toma morfina y desde que supo de la sentencia final, ingiere varios medicamentos para tratar de calmar su ansiedad. Ahora, con la ayuda de sus hijos, están trasladando, poco a poco, parte del mobiliario a un piso que tienen hipotecado en Benimodo por 600 euros al mes durante 25 años. «Nos hemos quedado con el agua al cuello. Hay semanas donde no llegamos casi ni para comer. Mi hijo ha tenido que dejar el piso y alquilar otro sitio para que nosotros vayamos a vivir allí. Mientras, con las demás viviendas se sigue haciendo la vista gorda. De verdad, no tenemos más fuerzas para pelear», afirmaba Mercedes entre lloros.

El nuevo alcalde del municipio, Paco Teruel, ha intentado alargar el triste desenlace hasta lo que ha podido, pero su palabra no sirve de nada ante una resolución en la que ya no hay marcha atrás. «Lo hemos puesto todo en venta. Ventanas, puertas, baterías... y así poder ganar algo de dinero para pagar el camión y la pala que vendrán a derribar la casa. Todo malvendido, pero no hay otro remedio. Los nueve años que llevamos luchando no han servido para nada. Todos los días cuando me levanto pienso "¿Por qué yo?". Tenemos mucha impotencia. Toda ayuda que venga será bien recibida. Mi teléfono es 670800695. Esta es nuestra última bala. Solo nos queda esperar y mirar con esperanza el futuro», finalizaban.

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