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Una fuente de salud de patente suecana

El inventor del depurador de aguas registró el aparato en el año 1928 siendo avalado por expertos y alabado en múltiples ocasiones por su misión sanitaria

Una fuente de salud de patente suecana

La preocupación por la calidad del agua para el consumo de las personas viene de lejos. Fuente de vida y, a la vez, transmisora de enfermedades, fue centro de preocupación de los estudiosos. Con la evolución de la ciencia y la aparición de los primeros microscopios comenzaron a detectarse todo tipo de impurezas y agentes patógenos imperceptibles a simple vista.

El suecano Conrado Granell Modesto (Sueca, 1877-Valencia 1964) puso su granito de arena para que en miles de casas de toda España pudiera beberse agua en condiciones. Físico, químico, biólogo y analista, diseñó el filtro Sinaí, cuya estructura de cerámica que se realizaba en Manises.

Ni que decir tiene que se fabricaban artesanalmente, coloridos, con variadas decoraciones figurativas, escenas de la vida cotidiana o paisajes, sin olvidar el «art déco» en su momento.

El vistoso depurador de aguas patentado en 1928 por Granell, de 1'60 metros de altura, forma parte de la historia reciente de nuestras casas. Todavía hoy puede ser observado en hogares y tiendas de decoración. «El contingente elevado de médicos, higienistas y de personas enfermas y delicadas de salud que lo tienen instalado en sus comedores familiares, nos dicen elocuentemente que hemos acertado y que cumplimos, además, una laudable misión sanitaria», escribía el propio inventor en uno de los completísimos manuales del filtro. Granell aseguraba que Sinaí producía aguas digestivas de mesa y mineromedicinales depuradas.

El agua se cargaba en el depósito superior para ser saneada a través de filtros de carbón activado. Una llave de paso controlaba el gota a gota que se debía procesar a razón de un litro por hora. Finalmente y antes de salir por el grifo dispuesto en la lateral de la base del ánfora, el agua, sin cal y libre de otros agentes, incluyendo infecciosos y gérmenes nocivos, se mineralizaba con lo que denominaba «sales integrales Sinaí».

Granell buscó certificados oficiales que ratificaran todos los análisis y pruebas que él mismo había llevado a cabo.

Así la Sección de Epidemiología del Instituto Nacional de Higiene llevó a cabo una prueba de fuego incorporando al depósito superior catorce litros de agua de manantial y un cultivo del parásito B.Coli.

«La muestra del agua recogida a las veinticuatro horas del paso de la misma por el aparato (depósito inferior) no contiene Coli demostrable ni aun en 50 centímetros cúbicos de agua sembrada», expresaban en el certificado expedido en julio de 1928. «Por todos estos datos y por esta prueba, el aparato Sinaí, resulta reunir las mejores condiciones de depuración», concluía el informe.

En la misma fecha, el responsable del Laboratorio Municipal de Madrid decía: «Resulta que del análisis practicado en diversas fórmulas de sales que se emplean en el susodicho aparato, así como de las materias minerales con que se carga y de las aguas obtenidas a continuación, dedúcese que el aparato en cuestión, mineraliza las aguas pobres en sales, transforma el yeso de las selenitosas, disminuye la cal a las demasiado calcáreas, reduce la materia orgánica, airea las aguas y produce aguas alcalinas», concluía el técnico del laboratorio.

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