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«En los años sesenta sabías que si tenías cargas familiares perdías enseguida el empleo»

Veinticinco exempleadas de Avidesa se reencuentran para recordar viejos tiempos y certificar el cambio social experimentado en medio siglo

«En los años sesenta sabías que si tenías cargas familiares perdías enseguida el empleo»

La legislación laboral es hoy injusta. Lo reconocen incluso sus propios impulsores, pero echar la vista atrás asusta. Antiguas empleadas de Avidesa recordaban esta semana las condiciones en las que se veían obligadas a trabajar cuando apenas eran unas niñas. Entonces tenían 14 años.

Volvieron a sentarse en torno a la mesa de un restaurante para celebrar su cita anual. Los recuerdos se precipitaban. Corría la década de los 60 cuando estas mujeres entraron a formar parte de la plantilla de Avícolas y Derivados SA, la mítica Avidesa fundada por un empresario no menos legendario: Luis Suñer. Recuerdan aquella etapa de sus vidas con cierto sabor agridulce. Guardan gratos recuerdos y buenas amistades que han superado el paso del tiempo -a la vista está- aunque en la retina quedan las vivencias pasadas por aquellas adolescentes.

Pilar Quesada trabajó una década en la empresa avícola de Luis Suñer, concretamente su relación contractual se prolongó desde 1960 a 1970. Ella pesaba y limpiaba los pollos. «Trabajábamos en cadena y nos trataban fatal, como a niñas, si nos pillaban hablando pintaban una raya en la pared y nos castigaban, y entonces nos tocaba limpiar los pasillos y los cristales de la nave», rememora la exempleada de Avidesa.

Con apenas 24 o 25 años dejaban de trabajar en la fábrica. Y no era casual. Avidesa no contrataba a mujeres casadas. No querían en la empresa trabajadoras con cargas familiares así que cuando firmaban el contrato se les advertía verbalmente que con los votos matrimoniales acababa su etapa laboral. Entonces era una costumbre bastante extendida en el ámbito laboral.

«Éramos jóvenes y nos lo tomábamos todo bien, aunque» prosigue Pilar, «nunca permitiría que un hijo mío trabajara en esas condiciones, ni lo permitiría yo ni la ley, pero entonces era lo normal. Hacía falta el dinero, si no trabajábamos no comíamos en casa», rememora. Sacaban entorno a 2.500 pollos por hora.

Fina Peris también entró con 14 años, para ella fueron buenos tiempos, allí conoció a su marido con el que lleva 49 años casada y tiene dos hijos. «Gracias a los años que estuve en Avidesa cobro la pensión, había días más duros que otros», sentencia.

A Fina le dejaron quedarse en la empresa tras contraer nupcias. Ella fue una excepción, se casó con un trabajador de la empresa aunque lo normal era que si tomabas esa vía te daban una indemnización y dejabas la empresa. «No nos echaban a la calle, porque tú ya sabías que si te casabas no podías trabajar en Avidesa. Era como estaban las cosas en esos tiempos, te pagaban una indemnización y ya está» apunta Fina. En el caso de Pilar ella se casó y dejó la empresa por propia voluntad, así que no recibió compensación alguna.

Mercedes Cortés se encarga habitualmente de convocar a las antiguas trabajadoras. En esta ocasión se han sumado al evento unas 25 mujeres. Ella también recuerda aquellas jornadas laborales: «Cada día por la mañana y por la noche iba de l'Alquerieta al Respirall, trabajaba en dos turnos, comía en el comedor, antes todas callábamos y hacíamos lo que se nos decía», apunta.

Margarita Mollana cuenta que trabajaban en una nave inmensa y que «Don Luis pasaba a vernos habitualmente. Tú no podías hablar con la compañera, ni una palabra, ni contarle la novela siquiera o te amonestaban y si ibas al baño te sustituían inmediatamente», relata.

Margarita, como sus compañeras entró en Avidesa con 14 años, se casó con 26 y dejó de trabajar en la empresa a continuación. «En aquella época si tenías cargas familiares perdías enseguida el empleo».

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