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Olfato para la caza

Casi la totalidad de los cazadores de Sueca se vale de canes para cobrar las piezas abatidas y encontrarlas cuando está oscureciendo

Olfato para la caza

La sentencia popular dice que «ningú caça sense gos» (nadie caza sin perro). En la práctica, el 90% de estos aficionados a la actividad cinegética de Sueca se valen del mejor amigo del hombre. «La función del can es fundamental, sobre todo con la puesta de sol, que está oscureciendo, para cobrar el pato, o necesitas tener mucha vista o ayudarte de un perro», explica José Badía, presidente del Club de Caçadors local. «Incluso por la noche, en la joca o al amanecer, si abates un ave, y se zambulle o se esconde, te has de valer de un perro para poder recuperar esa pieza».

Hace una década que la asociación de cazadores de la capital de la Ribera Baixa —supera las 700 escopetas— habilitó un campo de entrenamiento para facilitar su adiestramiento. Lo adquirieron hace diez años para satisfacer la demanda de sus afiliados. «Los canes necesitan ejercitarse para que respondan de manera efectiva durante las jornadas de práctica cinegética», expone Badía, que también es delegado de aves acuáticas de la Federación de Caza de la Comunitat Valenciana.

La práctica cinegética por excelencia en Sueca es la de las aves acuáticas. Por ello, adaptaron en un terreno que compraron para esta modalidad. El presidente del club local explica que al estar situado el coto suecano dentro del Parc Natural de l'Albufera, se vieron condicionados a buscar una solución fuera del citado espacio. Optaron por comprar un antiguo huerto de naranjos de quince hanegadas (12.500 metros cuadrados) en la partida de Campanar, fuera del área protegida. «Arrancamos los árboles y construimos dos balsas comunicadas por dos acequias, y plantamos bogues i joncs (juncos), que son especies autóctonas», explica Badía. «La finalidad era que las aves que soltáramos allí, tanto polles d'aigua como patos, tuvieran algo de defensa y al mismo tiempo que a los perros les dificultara encontrarlas fácilmente», matiza. El campo se adecuó al detalle a las necesidades de animales adultos y pequeños. «Las balsas, de un metro de profundidad aproximadamente, resultaban demasiado dificultosas para los cachorros, que no tocaban fondo y se cansaban mucho», recuerda. Así es que construyeron unas acequias comunicadas entre sí con cuatro pasarelas de madera para puedan cruzarlas. Además, entre los canales también hay un espacio suficientemente grande donde el animal puede correr y jugar.

«Casi el 90% de los cazadores tienen un perro porque es esencial», sobre todo para la caza de la gallineta común o polla de agua (Gallinula chloropu) porque se esconde fácilmente entre carrizos.

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