El mejor tomate valenciano está en la Ribera, pero no en el Perelló, como podría suponerse. El primer Concurs Mundial de Tomata Valenciana celebrado en Vilamarxant ha determinado que la mejor variedad de este fruto rojo se encuentra en Rafelguaraf. Allí, dos hermanos de la comarca han vuelto a situar a la variedad blanca del tomate valenciano por encima de la que tenía, hasta hace poco, el honor de ser la mejor: La variedad «masclet». Este reconocimiento fue fruto de la casualidad, ya que una serie de acontecimientos provocaron la llegada de estas semillas a los agricultores ribereños así como su participación en este particular certamen valenciano.

Paco y Gonzalo Peiró llevan varios años dedicándose a la agricultura. Como muchos, centraron su atención en la naranja, de hecho su empresa se llama Naranjamania. Pero este cítrico es un producto que abarca una determinada temporada por lo que decidieron ampliar su mercado. Los dos hermanos apostaron por cultivar kiwis y tomates, lo que les aupó al éxito.

Fruto del azar

Su camino está lleno de baches, ya que sus primeros intentos de adentrarse en el mundo del tomate no consiguieron el resultado deseado: «Nosotros queríamos introducir en el mercado un producto de calidad porque la gente está acostumbrada a un mal tomate», explica Paco, «pero la primera variedad que encargamos no tuvo mucho éxito». Si algo no sale bien al principio, hay que intentarlo una segunda vez. En aquella ocasión, entró el factor de la suerte; la casualidad hizo su presencia y, tras un error de suministro con su invernadero proveedor y la ayuda de un amigo de Carcaixent, los hermanos Peiró se hicieron con esta variedad blanca de tomate valenciano, que hoy en día poca personas cultivan.

Mejor al sabor que a la vista

El azar también fue clave para la entrada en concurso de los agricultores de la Ribera: «El día antes de que se cerrara el periodo de inscripción, un amigo me pasó por WhatsApp una foto con las bases del concurso, nosotros estábamos trabajando en el campo y rápidamente nos informamos y nos apuntamos», cuenta Paco Peiró. Un día más tarde y sus tomates no habrían tenido la oportunidad de ganar el premio.

En el concurso, cada participante presentaba dos piezas de este fruto rojo. La organización numeraba los tomates para que la identidad de los participantes no influyese en las decisiones del jurado, que se centraría sus valoraciones en el tamaño, el color, la textura y el sabor.

Los Peiró llegaron a una final muy igualada. Los jueces tuvieron que repetir la cata en una segunda ocasión ya que, la primera vez, todo apuntaba a que podía haber un empate. Tras volver a probar las dos variedades, el tomate blanco se impuso: «Nuestro tomate tiene un comer espectacular, es una variedad un poco fea a la vista, pero su sabor hace que sea mejor que el que se cultiva en el Perelló», sentencia Peiró.