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La Vila de Alzira: Iniciativa privada, respuesta pública

La Vila de Alzira ha sido noticia a lo largo del pasado mes de julio. Una pintura mural en el entorno de Santa Catalina abrió una polémica y una cadena de valoraciones sobre la idoneidad o no de la misma.

Meses antes, en el muro del almacén municipal ubicado frente al puente de hierro, se realizó un graffiti que, aunque no ha tenido tanta repercusión, el impacto es visible a larga distancia. Se sumaría a estas acciones la colocación de una lona que lleva reproducida la cara de algunos vecinos en un solar a pocos metros de la casa consistorial. Acciones todas ellas de iniciativa individual y altruista que sin duda intentan embellecer el casco histórico, pero con desigual acierto.

Un centro monumental debe transmitir entre los viandantes la belleza suficiente como para no tener que intervenir sobre el. Un material constructivo común, en el caso de Xàtiva, sería el mármol de buixcarró, una tipología artesanal única, o el uso de determinados colores. En el casco antiguo de Peníscola, la ordenanza municipal establece que no se admite en fachadas otro color que el blanco, a excepción del recercado de ventanas que será verde o azul. Es cierto que deja poco margen a la creatividad, que se sacrifica en pos de un bien común, de una imagen corporativa que a su vez da pie a toda una imaginería artesanal para que el turista pueda llevarse a casa.

La Vila de Alzira, a diferencia de otros centros históricos, perdió gran parte de su identidad al quedar unida con el resto de la ciudad tras desaparecer el puente de San Bernardo, hace ahora cincuenta años. Ese trauma que supuso para muchos perder el paisaje de su infancia, ha generado una avalancha de reproducciones fotográficas y artísticas que intentan ocupar el espacio que dejó el desaparecido Pont de Sant Bernat. Algunos incluso se recrean en proyectos futuribles, como el que circula por algunas tiendas de la ciudad, intentando recabar firmas para que puedan ser realizables.

Por lo visto, la iniciativa privada no tiene límites en sumarse a esta concatenación de gestos individuales, cuya generosidad nunca pondremos en duda, pero que bajo nuestro punto de vista resultan estériles para la recuperación del patrimonio.

Vendrían a engrosar acciones del tipo los candados del amor, que se van oxidando sobre el puente de hierro, o la caza y captura de los Pokemon.

Caprichos pasajeros sin más.

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