­Un ciudadano de Algemesí, Jaime Vicente Alventosa Bueno, de 57 años, ha decidido denunciar al departamento de Urgencias del Hospital de La Ribera por una presunta negligencia médica que ha agravado su delicado estado de salud. Tres meses después y tras cuatro visitas ha conseguido que le dictaminen que sufre un cáncer de colon que le ha provocado una fístula signo-vesical. Para que le ingresaran y avanzaran el diagnóstico, su mujer tuvo que presentar una reclamación en la oficina de Atención al Paciente.

Los facultativos de Urgencias ni siquiera tuvieron en cuenta el ruego planteado por escrito por la médico de cabecera de la familia para que ingresaran al paciente. El pasado 27 de octubre, desencajado por el dolor, se presentó de nuevo ante los médicos con el informe que le había elaborado la doctora de atención primaria Ana Giménez, pero le instaron a que regresara a su domicilio, ya que «no estaba para ingresar». Alegaron que tenía programada una colonoscopia y un TAC para el lunes siguiente y le dieron el alta. Su esposa, María Luisa Tapia, estalló de ira y se negó a abandonar el hospital.

«Le dijeron que era una infección de orina y le entregaron un botecito para que meara», rememora su esposa. Tras dos horas de espera, el médico que le había atendido le conminó «a seguir tomándose el calmante Nolotil y le invitó a marcharse a su casa». Tras un intercambio de frases subidas de tono, Luisa interpuso una queja y luego se aposentó junto a su marido en la sala de espera de Urgencias. Un buen rato después, representantes del hospital recapacitaron y le cursaron el ingreso hospitalario.

A partir de ese momento, el trato que recibió el paciente fue exquisito, según reconoce la pareja. «Le pusieron un gotero, le trasladaron a las instalaciones de traumatología y la atención fue fabulosa, tanto por parte de los auxiliares y los enfermeros como por los médicos que le abordaron. Apenas unas horas después, en torno a las ocho y media de la mañana del viernes 28 de octubre, fue sometido a un TAC que confirmó los peores pronósticos. «Nos dijeron que tenía un tumor grande que se había extendido».

Debe ser intervenido quirúrgicamente, aunque necesita recuperarse del estado de debilidad que ahora padece para afrontar con garantías la operación, que se ha programado para mediados de noviembre. Es fumador e hipertenso. El intenso dolor que sufría se ha aliviado con la medicación y acumula fuerzas para presentarse cuanto antes en el quirófano. «Tengo el ánimo preparado para lo que haga falta, porque por encima de todo quiero vivir. Lo principal para mí es seguir estando al lado de mi hijo, porque todavía me necesita mucho», sostiene Jaime. El pequeño, de apenas nueve años, tiene un importante grado de minusvalía. La medicación que recibe es muy cara y los ingresos del padre son imprescindibles para sufragar los tratamientos.