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La recuperación de cultivos tradicionales reanima la agricultura

Los labradores de Benifaió que apostaron por el «garrofó pintat» incorporan a su parcela otras variedades autóctonas como la «tomata pebre», el «fesol de careta» o las ñoras - También plantarán en invierno «lletuga de Morella»

La recuperación de cultivos tradicionales reanima la agricultura

Unas proceden del banco de semillas del Centro de Experimentación Agraria de Carcaixent, otras del banco de germoplasma de la Universitat Politècnica de València y algunas las han perpetuado agricultores aficionados en pequeñas plantaciones para el autoconsumo, pero en todos los casos se trata de semillas de variedades autóctonas que han quedado relegadas y, dado su desconocimiento general, parecían condenadas a la desaparición.

Dos agricultores de Benifaió que se iniciaron en la recuperación de cultivos tradicionales por técnicas ecológicas con una plantación de «garrofó pintat», una variedad valenciana que siempre ha estado vinculada a la paella, han abierto hueco en su explotación a nuevas -más bien antiguas- legumbres y hortalizas mediante un sistema de asociación de cultivos por el que unas y otras se complementan.

Javier Císcar y César Baltasar han plantado junto a las dos variedades de tomate valenciano más representativas, según comentan, la cuarentena y la del Perelló, una tercera que hace algunas décadas tuvo una gran popularidad en la zona de Llíria y que posiblemente hoy muy poca gente conozca: la «tomata pebre».

«Es un tomate que, incluso en el sector convencional, no tenemos constancia de que existan explotaciones», comenta Císcar con prudencia, mientras relata que se trata una variedad de rallar «muy interesante para la alta cocina» ya que tiene «una textura muy buena». «Comercialmente se dejó de hacer porque tiene la piel muy fina y no tiene durabilidad, cuando se coge se tiene que utilizar en dos o tres días», señala este agricultor de Benifaió, mientras comenta que este año han querido «resumir» la gran cantidad de tomate autóctono con las dos variedades que consideran más representativas, a las que han añadido una tercera «exótica» o, al menos, que la gente no conoce.

Préstamo de semillas

Las semillas de la «tomata pebre» proceden del Centro de Experimentación Agraria de Carcaixent y, según los técnicos, se trata de un tomate que «tiene muy potenciadas las propiedades antioxidantes». El servicio de préstamo de semillas obliga a los agricultores que recurren a él a devolver nueva semilla para garantizar la perpetuación de estas variedades autóctonas.

La «tomata pebre» no es la única variedad que César Baltasar y Javier Císcar han incorporado a su nuevo policultivo. Los contactos con agricultores aficionados de Almussafes o Guadassuar les han permitido obtener semillas para plantar «fesols de careta» o «caretos», ñoras, «bajoca roja de trencar» -en este caso adquirida en otro banco de semillas- y, a través de una mujer que se acercó al puesto que tienen en el mercado ecológico que los miércoles se instala en Alzira, el «fesol de canella». A través de la UPV se disponen a plantar en la próxima campaña «lletuga de Morella», una variedad que, según Císcar, «tiene muchas más propiedades nutritivas, se planta muy tarde y se adapta muy bien a las altas temperaturas».

Estos agricultores que centran trabajo en las variedades autóctonas reivindican que los sistemas de cultivo ecológico no se han inventado ahora, sino que son las prácticas que utilizan los antepasados, y pretenden derribar algunos mitos como la menor producción de este tipo de cultivos. «A corto plazo son menos productivas porque no tienen un crecimiento tan vertiginoso, pero estas variedades funcionan mejor, están adaptadas al terreno, a nuestro clima y a las plagas de aquí», comentan, mientras subrayan que se trata de variedades «genéticamente más ricas y sabrosas» que tienen además más vida útil y que, a la larga, producen más. Venden su producción a restaurantes, aunque también tienen venta directa al público como en el mercado ecológico de Alzira.

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