Rosario Gil Lledó ha pasado su larga vida rodeada de su familia en Cullera. Nació en el popular barrio del Raval, donde reside. Ha cumplido cien años y ayer recibió un homenaje del ayuntamiento. Tras un siglo de vida, su estado de salud es envidiable. Goza de plena autonomía física y conserva su mente en perfecto estado. Sus pensamientos y recuerdos son nítidos. «Muchos me dicen que dónde tienen que firmar para estar como yo», bromea. «Los sábados a las siete de la mañana ya está limpiando»,subrayan los familiares. Sus tres hijos, seis nietos y dos bisnietos la adoran.

Una época complicada

Desde joven se hizo cargo de las tareas de su casa y ayudó a su padre y a sus hermanas a superar una época convulsa. Cuando llegó la Guerra Civil, fue su propia familia la que ayudó a otras a sobrevivir entregando alimento a los que no lo podían conseguir. «Entonces yo tenía 18 años», recuerda Rosario. Todavía se emociona al recordar a sus padres y hermanos. Y sus ojos se humedecen cuando le viene a la memoria su madre, fallecida hace solo 32 años.

«Muchas cosas vividas»

Pasada la contienda, se casó y formó una familia, a la que también se dedicó en cuerpo y alma. Primero, como ama de casa y madre y después trabajando con su marido cuando fue necesario para salir adelante. «Hemos visto pasar muchas cosas», relata.

El alcalde, Jordi Mayor, le entregó ayer una placa conmemorativa y un ramo de flores en nombre de los cullerenses. Rosario, visiblemente emocionada, agradeció el cariño de sus familiares y de toda la ciudadanía. No dejó de sonreír y hasta sopló las velas. «Estaba un poco nerviosa porque venía el alcalde», admitió entre risas, pero pronto se soltó y empezó a rememorar anécdotas divertidas atrapando la atención de todos.

Conserva un espíritu joven que muchos ya quisieran. Y nunca desfallece. No en vano ya está planificando el cumpleaños del año que viene porque esta cullerense todavía tiene cuerda para rato.