En el mundo parece que ya no existen espacios vírgenes y sin embargo es posible encontrar un rincón desconocido en la abarrotada Murta de Alzira. Un grupo de senderistas ribereños ha hallado un monolito de piedra que sirve de homenaje a una joven castellonense que falleció a los veinte años. Un monumento de más de dos metros de altura perdido entre matorrales y senderos repoblados. La historia es de ensueño pero sobre todo sirve para recordar, gracias al investigador Juan Bautista Galán Amat, la dura existencia de una familia que vio perecer a sus dos hijas con menos de veinte años. Con el monolito perdido en el monte alcireño, sin embargo, su muerte fue menos muerte y su recuerdo sigue vivo.

Galán comparte afición con un grupo de amigos de Alzira. Acostumbran a «perderse» por los senderos de la montaña en busca de nuevos enclaves, de rincones desconocidos, de caminos preciosos donde el silencio es el único acompañante.

En una de sus últimas reuniones (en las que comparten impresiones sobre sus hallazgos) su compañero Jaume Aliques le confesó haber encontrado un monolito en medio de la Murta con una inscripción: «En memoria de Rafaela Breva». Un sinfín de misterios se abrieron con el hallazgo. ¿Quién fue Rafaela Breva? ¿Por qué de un monolito en medio de la montaña? ¿Quién mandó construirlo? ¿Cómo ha podido permanecer durante décadas sin ser observado? Los trabajos de búsqueda, casi detectivesca, les llevó a la dura historia de la familia Breva Garrido. José Breva Ezpeleta y Peirolón (1851-1928) fue un importante abogado y propietario terrateniente que llegó a ser nombrado cónsul de Venezuela en València en 1891 y vicecónsul de Guatemala siete años después.

Dirigió también la Casa de la Beneficencia de la capital del Turia y recibió relevantes condecoraciones como la Orden de Isabel la Católica, la Real Orden de Carlos III o la Cruz al Mérito Militar. Con su primera mujer, Dolores Garrido y Capelastegui (1851-1921) tuvo dos hijas, María y Rafaela.

En 1883 la familia se traslada a València por razones laborales y allí cuentan con una criada de Alzira, Bernarda Ferrús. En sus incursiones también en el mundo de la compra-venta de parcelas urbanísticas y naturales, Breva adquirió un gran terreno en la Murta en 1897, donde, según especula Juan Bautista Galán, la joven Rafaela podría jugar en la montaña. Es por ello que, quizá, el monolito posterior se edificó en un enclave de cierta connotación sentimental para la familia. Poco antes, el 12 de enero de 1892, había fallecido su hermana, María.

El hecho es que Rafaela Breva fue casada con dieciocho años con un oficial del cuerpo jurídico de la armada española veinte años mayor que ella.

Con él se trasladó a Cartagena pero sólo tres meses después, exactamente el 19 de marzo de 1902, falleció víctima de una infección de gripe. La pena más absoluta sucumbió sobre la familia, que quedó sin descendencia. Como recuerdo de Rafaela, el padre ordenó construir el monolito, no se sabe exactamente en que año. Seguro es que tiene cerca de cien años, dado que José Breva falleció en 1928.

Una última pregunta que ha sobrevolado todo el relato: ¿Dónde está? Lo sitúa el senderista de Alzira Galán Amat: «Detrás del acceso principal de la Murta y tomando como referencia la casa forestal, cogemos la pista de la umbría de la Murta para adentro. A los 200 metros encontramos un camino hacia la izquierda y que baja al barranco; lo pasamos y a unos 140 metros se pueden observar claramente unas torres de línea eléctrica en dirección al monasterio. Hay que seguir la misma línea eléctrica hacia arriba y continuar en el interior de la Murta y, a no más de unos 130 metros, encontraremos junto a una de las torres de la línea eléctrica el monolito en cuestión. Para los más eruditos de la tecnología GPS pueden localizar el monolito directamente en las coordenadas siguientes: 39°07'53.6"N 0°21'59.7"W».