La denuncia es clara: «A mi hijo le han diagnosticado autismo para enriquecerse con el tratamiento». Lo realiza Tere (nombre ficticio), vecina de un pueblo de la Ribera que hemos preferido ocultar para garantizar el estricto anonimato del menor. Y es que, a sus tres años, suficientes miradas indiscretas ha sufrido ya en el colegio, según la familia, por ser considerado Asperger, una enfermedad vinculada al autismo que, sin ningún fundamento, lleva aparejado a un estigma social. La rocambolesca historia empezó con la familia ribereña desplazándose al Hospital de la Ribera para reunirse con los especialistas de las enfermedades neurológicas. El menor (Mario le llamaremos a partir de ahora para facilitar la lectura) mostraba extraños síntomas vinculados a una introspección absoluta y exhibía unas facultades intelectuales poco comunes. Mario es capaz, con tres años, de leer con absoluta fluidez, repetir al dedillo fragmentos lingüísticos de gran dificultad, cantar en cuatro idiomas o dibujar con una perfección propia de diseñadores técnicos.

La empresa Ribera Salud que gestiona el Departamento de Salud de la Ribera (aunque el convenio de firmó con la Generalitat expira este mes) tiene delegado el diagnóstico y tratamiento de enfermedades mentales de menores a una entidad privada, por lo que si el menor registra Trastorno del Espectro Autista (TEA) las familias deben costear el cuidado a través de la ayuda que proporciona la Generalitat.

En estas condiciones, la familia ribereña fue puesta en manos del Instituto de Diagnóstico e Intervención de Niños con Espectro Autista (Idinea), una institución adscrita a Prosub, la Asociación Comarcal Prodiscapacitados ubicada en Alzira.

Cuatro sesiones fueron suficientes para que le diagnosticaran a Mario el Síndrome de Asperger. La familia, evidentemente, confió en el informe de los especialistas y el niño empezó a ser tratado, con todas las implicaciones que eso supone, por ejemplo, en la escuela, donde algunos tipos de esta enfermedad requieren incluso de profesor de apoyo específico. El golpe psicológico fue brutal, según explican. Prosub alega que se siguió el protocolo establecido y que la Conselleria de Sanidad estuvo siempre al tanto, apoyando a los expertos que trataban el caso.

Antes de las fiestas de Navidad, sin embargo, el psicólogo del colegio de Mario (recordamos, nombre ficticio) encendió la alarma. «El niño no tiene autismo con absoluta seguridad», dijo. Aquellas palabras enervaron a la familia incluso contra el profesional del centro educativo. No podía ser. Los ribereños rápidamente exigieron una reunión con la profesional que diagnosticó a su hijo y tras las fiestas llegó la sorpresa. Prosub, a través de la misma profesional, realizó otro diagnóstico totalmente contrario al primero. Mario ya no tenía ese tipo de autismo.

Informes contradictorios

El informe, al que ha tenido acceso este periódico, es llamativo. Si el primero consideraba que Mario, en la interacción social no suele ofrecer para compartir, en el segundo se específica que sí lo hace. De no ofrecer consuelo a otros, pasaba a hacerlo. De no responder a los acercamientos sociales se pasó a realizarlo sin problemas. Si el primero estudio hacía constar que su expresión se realizaba a gritos y entre enfados, el segundo se limitaba a señalar una forma oral adecuada. De hacer comentarios inapropiados y usar expresiones estereotipadas, pasaba a expresarse de forma adecuada y más madura. De no tener juego imaginativo y social, a registrarlo con total normalidad. De tener un 90 % de probabilidad de tener autismo a cero. «Simplemente querían fiscalizar el tratamiento. Querían enriquecerse y han utilizado la vida de un niño, destrozando a toda la familia. Lo más doloroso es la etiqueta que nuestro hijo arrastra consigo allá donde va», lamenta Tere.

Prosub alega que su intervención siguió el protocolo y los especialistas están respaldados por las neuropediatras del Hospital de la Ribera y la conselleria. Ya en el primer informe hicieron constar que el diagnóstico expresaba «la situación actual, no presuponiendo su evolución futura». Cuando pudieron observarlo con más detenimiento, dictaminaron que el primer examen fue erróneo. Sin más. Por supuesto, niegan cualquier voluntad de lucrarse y dicen que actuaron rápido para ayudar.