Enric Ramiro ejerce el «Magiasterio», un método de enseñanza que utiliza la magia como principal vehículo didáctico en el aula con el objetivo de mejorar la concentración, el comportamiento y los resultados académicos de los alumnos. Sus clases son especiales, en todos los sentidos. «No lo hago todos los días porque les podría cansar. No obstante, el ver las caras de los niños y adultos no tiene precio. Esa sorpresa y alegría enamora, sobre todo porque lo aplico en asignaturas que tienen muy mala fama y de algún modo, con este método intento reivindicar su importancia», explica.

A través de una baraja de cartas, los estudiantes pueden aprender geografía, matemáticas, historia y arte. La renovación pedagógica ha sido y es su bandera y ahora, para divulgar sus métodos ha escrito «50 jocs de màgia automàtica», un libro que ofrece una serie de recursos de base matemática adaptados a cualquier conjunto de cartas numeradas. «Cualquier persona que sepa leer y escribir podrá aplicar los consejos recogidos. Yo soy un desastre a nivel de habilidades y lo pongo en práctica», asegura.

Cartas en femenino

Aunque la intención de la obra es difundir la aplicación de la cartomagía en todos los ámbitos educativos, la verdadera inspiración de las páginas de Ramiro se encuentra en su baraja de las mujeres científicas. Son 52 cartas con nombre propio y apellidos, donde cada personaje cuenta con su imagen, lugar y fecha de nacimiento y defunción y una breve síntesis que explica su importancia en la historia. Todo ello enmarcado en un periodo que va desde el siglo XXVII a. C. hasta hoy.

La forman los cuatro palos: rombos o diamantes, corazones, tréboles y picas; cada uno con trece cartas. Sobre los comodines, se han seleccionado dos grupos y no dos individualidades, como representantes de las bases científicas generales. Por un lado, se encuentra la Escuela Pitagórica de Cretona en el mundo occidental y por otro, la Casa de la Sabiduría de Bagdad en el mundo oriental. Y entre las protagonistas aparecen Dian Fossey, Maria Assumpció Català Poch y Lise Meitner, entre muchas otras. «Cuando trabajaba en el instituto de Guadassuar, los profesores y los alumnos no sabían nombres de mujeres científicas. Durante 10 años me he dedicado a investigar y cuando terminé el trabajo, pensé que la mejor opción era aplicarlo a la educación. Es una forma de salir de las unidades didácticas. Me he dado cuenta de que funciona, aunque el fondo de esta baraja está en la lucha por la igualdad de género. Para que se las reconozca como lo que son verdaderamente. Personas que con su conocimiento permitieron progresar en el campo de la ciencia», afirmó.

No hay duda de que la ciencia entra mejor con magia. De hecho, los alumnos esperan con ansía el momento semanal con Enric Ramiro para aprender a través de esta herramienta pedagógica. «Los profesores tenemos que comprender que si queremos conectar con los jóvenes, nos tenemos que adaptar. Para nada estoy diciendo que nos hayamos quedado anticuados, pero ellos van a vivir una nueva época y hay que atender sus necesidades. Para poder comunicar hay que hacerlo con innovación y ese es el campo que debe reinar ahora mismo en la educación, el de buscar nuevos métodos para que los estudiantes no vean el ir a clase como algo aburrido», declara.

Pese a sus 40 años de experiencia, en los que ha pasado por todas las etapas de formación, Ramiro se queda con la cultura del autostop. «Es una escuela de formación. Fue el lugar donde aprendí a ser profesor y persona. Ahora, por desgracia, se ha perdido esa tradición. Pero gracias a ello, tengo esa capacidad para poder comunicarme con mayor facilidad con las personas».

Ahora, como fiel retrato de su carácter, tiene entre manos nuevos proyectos, aunque su intención es poder divulgar su última obra. Un libro tocado por la varita mágica del profesor de Algemesí con el objetivo de convertir la educación en un proceso ilusionante.