Benimodo disfrutó, durante casi cuatro décadas, del mejor médico del ámbito rural. Así lo ha constatado la Fundación del Colegio de Médicos de València, que premió esta semana con dicho galardón a Bernardo Luis Monzó Lorente. El facultativo, que hoy ejerce desde su clínica privada de Carlet, ha visto reconocida una larga trayectoria en la que demostró que el mundo de la medicina podría abrir sus puertas e inmiscuirse en la sociedad.

Monzó es nacido en Carlet, allá por el 14 de septiembre de 1951. Primer hijo de una familia numerosa, accedió a la universidad para cursar medicina en los convulsos años setenta. Ya en segundo empezó a ejercer, por ejemplo con una campaña contra el cólera en su localidad natal. Antes de acabar la carrera comenzó a trabajar en el servicio de Medicina General B del Hospital Provincial.

Vinculó, por supuesto, su paso por el ejército en la «mili» a la medicina. Sin embargo, su nombre se asoció a Benimodo cuando todavía no había acabado aquella década de los setenta. Llegó el 15 de abril de 1978 (hace unos días se cumplieron cuarenta años de aquello) a un pequeño pueblo junto al suyo. Fue contratado como médico general. Tardó aproximadamente un año en pasar las oposiciones que le otorgaron la plaza en propiedad.

Pronto se convirtió en una de las personas de referencia en la localidad. En 1992 se coordinó con compañeros de Carlet, l'Alcúdia y Guadassuar (además de con los alcaldes y los concejales de Sanidad) para crear los Servicios de Urgencias, que abastecieron a miles de personas desde entonces a través de dos turnos independientes.

Sin medios suficientes

Monzó cuenta con la perspectiva suficiente para realizar una interesante comparativa: «La diferencia es abismal desde que empecé a ejercer hasta la actualidad. Por entonces tenía muchas ganas de trabajar pero apenas existían medios. No había móviles y por lo tanto cada vez que salía de casa tenía que dejar un teléfono de contacto. Tenía que estar localizable las 24 horas del día.

Por supuesto no había días de compensación y recibíamos 18.000 pesetas al mes de Sanidad y 50.000 más de la Seguridad Social. Era un buen sueldo pero hacíamos muchas horas. Muchísimas. Era un horario esclavo». Además, el ribereño recuerda: «Las consultas se realizaban en la Casa del Médico y me encargaba yo de pagar el agua, la luz o la limpieza de la clínica. Cuando quise casarme en los años ochenta obligué al ayuntamiento a que reformara la casa y se gastaron 300.000 pesetas. Viví allí 25 años y después se creó el ambulatorio en un solar municipal. Todo cambió a partir de ahí pero sobre todo con la digitalización. Fue entonces cuando pudimos contar con los historiales en el ordenador. Durante décadas había acumulado más de 8.000 fichas en sobres de papel, que tuve que digitalizar trabajando por las tardes durante meses. Fue un trabajazo pero después mejoró el funcionamiento».

Su trabajo como médico siempre se complementó con una vocación docente, organizando constantes cursos de formación sobre la importancia de la sanidad. Las necesidades fueron mutando y las rutas matutinas para promocionar el deporte llegaron para quedarse. Fue Monzó el que lo introdujo en Benimodo. También formó a médicos y enfermeros para que diesen charlas contra las drogas.

Su labor fue premiada en varias ocasiones por el ayuntamiento, que primero le concedió un galardón y después lo convirtió en Hijo Predilecto de Benimodo bajo la alcaldía de José Luis Sanchis Oliver, actual subdirector general de Sanidad de la conselleria. Las consultas han cambiado mucho con las décadas. «Ahora la gente sabe que puede consultar muchas cosas en Internet y a veces vienen a la clínica a examinarte», argumenta Monzó.

Cuando se creó el Hospital de la Ribera a Monzó le propusieron (junto a otros 15 médicos y 16 enfermeros) hacerse cargo de las tareas de hospitalización a domicilio. Atendió durante quince años a pacientes terminales, enfermos degenerativos o personas con insuficiencias cardiacas. Lo jubilaron forzosamente en 2016. Él no quería. Llevaba ya por entonces 39 años en activo en Benimodo. Unos meses después abrió su consulta médica particular en Carlet, donde sigue a día de hoy, compatibilizando su trabajo con la presidencia de la Fundación Caixa Carlet.

«Cuando la vida era más relajada podías hablar con los pacientes. Ahora la relación entre el médico y sus enfermos está coja. Si no hay tiempo no puedes captar su nivel de ansiedad o sus aspiraciones. Antes la gente venía al médico y hablaba con el párroco como si fuera su psicoterapia. Ahora ya no van a la iglesia pero también se está perdiendo las consultas pausadas con el médico», dice el facultativo de Carlet, que defiende la reversión del Hospital de la Ribera al servicio público: «Soy un defensor de la sanidad pública y universal porque creo que es un sistema más solidario. La gestión privada ha podido ofrecer cosas positivas pero la conselleria tiene mucha experiencia y la gente que se va a encargar de gestionarlo a partir de ahora es honrada y trabajadora. Hay que ser solidarios porque no todos cuentan con las mismas posibilidades económicas pero eso no puede ser impedimento para recibir una atención adecuada».