La situación económica y política de Llaurí es una de esas tan peculiares que difícilmente se pueden encontrar en otro pueblo de la comarca. El último escenario que muestra su carácter extraordinario es reciente, con la aprobación de manera unánime de los presupuestos municipales pese a que el equipo de gobierno (PSPV) se encuentra en minoría. El consenso, nacido de la necesidad de sacar adelante el ayuntamiento, se enmarca, a su vez, en un contexto de dos décadas de crisis. «Ya hemos salido de la UVI, pero todavía seguimos en la planta del hospital», destacó la alcaldesa de la localidad, Anna González, sobre la etapa actual.

La munícipe recordó ayer el escenario más complicado al que tuvo que hacer frente el ayuntamiento: «Cuando fui alcaldesa en 2003 creo que se vivieron los momentos más duros, la Audiencia Provincial tutelaba nuestra gestión, por allí pasaban absolutamente todas las facturas». Aquella situación se remonta al conflicto urbanístico con el polígono iniciado en 1986. Tras un pleito, se condenó al ayuntamiento a pagar 2,1 millones de euros. El consistorio se quedó en 2002 con las cuentas embargadas y con todos los bienes municipales subastados.

«El embargo de cuentas y de bienes municipales era una cosa que en aquel momento apenas se había visto en España», manifestó González, que añadió: «Echamos de menos que alguna administración superior nos hubiera ayudado a superar esa situación. No hablo de que nos hubieran pagado la deuda, pero sí podrían habernos ofrecido algún préstamo con un interés bajo. Con los años, el propio ministerio ha tenido que gestionar escenarios similares». Antes de que muchos ayuntamientos tuviesen que hacer frente a la delicada situación de la crisis económica, Llaurí ya había tenido muchos años de estrecheces.

Sin ir más lejos, en 2007, adeudaba 3,6 millones de euros, aunque se alcanzaron varios acuerdos para pagar de forma escalonada una cantidad que suponía cinco veces el presupuesto municipal. «Poco a poco las circunstancias cambiaron, pero la deuda continuaba. Al final hay que entender que esto no es una empresa que uno pueda cerrar y dedicarse a otra cosa, el ayuntamiento tiene que continuar», seguró.

Unanimidad

Mientras que algunos políticos se escudan en herencias de etapas pasadas y centran sus discursos en el manido «y tú más», en la localidad de la Ribera Baixa esa estrategia no vale. «En Llaurí todo el mundo sabe, desde principios de los años 2000, lo que aquí sucede. Nadie se presenta a unas elecciones y puede alegar que desconoce la situación del ayuntamiento. Y si entras, sabes que tienes que gestionar de la mejor manera para poder pagar los gastos fijos e intentar no generar otros nuevos y, por supuesto, dejando de lado los despilfarros. Nos hemos apretado el cinturón y miramos con cuidado dónde va a parar cada céntimo para optimizar los recursos», manifestó González.

El sentido común ha sido clave para alcanzar acuerdos como el de los presupuestos de este ejercicio. Anteriormente, las otras fuerzas políticas habían dejado maniobrar al PSPV con abstenciones, por lo que nunca se había obtenido un voto unánime a favor de los presupuestos. «Llegar al consenso ha costado porque también venimos de una trayectoria política muy convulsa; antes salíamos de los plenos entre insultos, ahora la situación está más tranquila», reconoció la alcaldesa.

A su juicio, el paso del tiempo, la experiencia y la propia situación del consistorio son las claves principales de ese cambio: «Desde el principio de la legislatura hemos optado por el diálogo, consensuamos los puntos que van a ir al pleno. Pasamos borradores, recibimos propuestas y alcanzamos acuerdos. Poco a poco todo mejora, pero esto es una carrera de fondo y todavía queda mucho por recorrer», sentenció.