Alzira recibía el pasado martes la visita de la histórica feminista Lidia Falcón, referente intelectual republicano en nuestro país, quien impartió la conferencia «Retos del feminismo en el siglo XXI». La Casa de Cultura rebosante de asistentes -la mayoría con canas, otros, como quien esto firma, sin ellas- expectantes ante una apetitosa lección magistral por parte de la insigne antifranquista. Temía una tediosa presentación protocolaria, más que nada porque de Falcón podrían enumerarse infinitas virtudes, méritos, anécdotas y logros políticos. Su elegante invitación a no dilatarse en formalismos dio pie a dos horas de intenso discurso y coloquio. Lidia Falcón es abogada, periodista, doctora en Filosofía, escritora -de una vasta y nutritiva obra-, fundadora del Partido Feminista de España y de la revista Vindicación Feminista, icono de los setenta y pionera en el feminismo teórico. Con «Vindicación Feminista» surgía un núcleo de unión entre todas las mujeres que compartieron entonces el ideal feminista. En ese sentido, estructuró y ordenó su debate, algo primordial como hiciera en la historia el movimiento obrero.

Infatigable activista, la autora de «La vida arrebatada» (Anagrama) recaló en la necesidad de practicar la pedagogía para enseñar a la gente a votar lo que tiene que votar: «Nuestra democracia nos ha costado mucho -aunque sea democracia burguesa- porque el voto cuesta toda una vida, como me ha costado a mí, por eso tenemos que profundizarla, agrandarla, hacerla realmente popular, cosa que a veces supone un trabajo aburrido y continuo pues requiere perseverancia e insistencia».

Lo contrario a esto, lamentó Falcón, aboca a «elegir entre la miseria o la guerra». Algo que nadie quiere. Y es que, como bien recordaba, luchar por las libertades y los derechos no es tarea de una tarde. Asunto palpable en los doscientos años de recorrido feminista, el único movimiento sin una sola víctima en su intenso activismo. Muchas mujeres lo hicieron desde el anonimato o un papel más modesto, otras como ella lo abanderaron. El caso es que todas insistieron en su tarea pedagógica, todavía necesaria hoy, sin que decaiga la energía, la esperanza, la pasión. Una fuerza -la pasión- capaz de construir un mundo humano y crítico, en donde la política no quede sometida al poder del capital y las empresas, o a las armas, o a mandatarios fascistas y enemigos de las libertades.

De pasiones entiende mucho Lidia Falcón. Su testimonio representa una existencia apasionadamente feminista. Todo un lujo contar con su presencia, una vida henchida de ejemplaridad pública. La cálida acogida en ese auditorio desbordado de público presagia un entusiasta tiempo de feminismo. Ahora nos falta ensanchar la democracia, multiplicar las protestas, potenciar la crítica, acabar con la pobreza y las clases sociales, así como despertar a los felizmente oprimidos. Esto precisa de tesón, constancia, firmeza, sin cabida a flaquezas o desánimo. Una salud moral e intelectual robusta, en definitiva, como la que lució la maestra Falcón. Por eso le damos las gracias a Raquel José Chàfer, Agente de Igualdad del ayuntamiento de Alzira y conductora de este encuentro memorable. Y, por supuesto, a ti, camarada Lidia Falcón, por tus 82 años de pasión feminista. Terminaré dedicándote unas palabras tuyas en Memorias políticas (1959-1999), otrora dedicadas a camaradas en el anonimato y que hoy rescato para ti: «Por todos aquellos, hombres y mujeres, que con su lucha contra la tiranía, a costa de su felicidad, de su libertad y tantas veces de su vida, lograron que nuestro país y nuestra vida fueran mejores que en años pasados».