Las consecuencias del temporal desatado la tarde del pasado domingo en la Ribera han sido devastadoras para los agricultores. Un auténtico desastre para la economía del sector primario, que abarcó una amplia extensión de cultivos desde Tous hasta Cullera. Una tormenta de pedrisco y viento que arrasó las cosechas de caqui, cítricos y otras explotaciones hortofrutícolas a lo largo de más de 15.000 hectáreas. Fue breve, apenas diez minutos de infierno, pero suficientes para echar al traste el trabajo de todo un año. Un golpe que ha dejado a los trabajadores exhaustos y consumidos por un panorama ruinoso. «Son momentos muy difíciles en los que ves cómo el esfuerzo realizado durante meses se pierde de un plumazo por el puro capricho del tiempo», explicó Agustín Soriano, agricultor de la finca de Sinyent, ubicada en Polinyà de Xúquer.

El sentir general de los labradores bien podría traducirse en tres palabras: indignación, rabia e impotencia. Están sin aliento después de que el granizo haya triturado no solo la fruta, sino también las hojas y las ramas menos consistentes, y es que el fenómeno meteorológico conocido técnicamente como «Downburst», barrió gran parte de la comarca. «Siempre estamos con la mirada puesta en el cielo. Necesitábamos agua, pero no de este modo. Ha hecho mucho daño. Desde lo que ocurrió en 1995 entre Rafelguaraf y La Pobla Llarga, no recordaba una cosa igual. En algunos puntos se ha perdido el 100 % y no podemos hacer otra cosa que seguir hacia adelante. De poco sirven las lamentaciones», señaló Sergio Climent, agricultor de Alberic.

En la misma línea se mostró su compañero Juan José García, de Tous, quien todavía guarda en la retina cómo vivió el suceso. «Yo iba en el coche y nos tuvimos que refugiar. No podía creer lo que estaba viendo. El ruido que hacían las piedras era atronador y ya se podía intuir que iba a ser una catástrofe para el campo», declaró.

Agotados por el tiempo

El vendaval se desplomó literalmente sobre el curso del río Xúquer y recorrió los términos municipales de Alberic, Benimuslem, Massalavés, l'Alcúdia, Carlet, Benimodo, Guadassuar, Alzira, Algemesí, Benicull, Albalat de la Ribera, Polinyà, Sueca y Cullera. No tuvo piedad y destrozó todo lo que encontró a su paso. Puntos que ya estaban castigados por las heladas acaecidas durante los meses de febrero y marzo y azotados por la sequía y el calor extremo de las últimas semanas. Un cóctel que ha dejado zonas con grados de afección que oscilan entre el 20 % y el 100 %. «Es un cúmulo de factores en contra, que al final provocan que perdamos la ilusión. Yo porque soy mayor y no tengo otra cosa. A mí me encanta el campo, pero si seguimos este ritmo, al final no quedará otra que venderlo todo. Entre tratamientos y horas dedicadas, acabamos perdiendo dinero», aseguró Pepe Ferrada, agricultor de Alberic.

Los perjuicios del temporal también se traducirán en la pérdida de más de 6.000 puestos de trabajo. Un efecto vinculado a la disminución de la producción total que afectará a los encargados de las labores de recolección, transporte, manipulación y envasado. Este año, esa oferta, imprescindible para la subsistencia de muchas familias, se resentirá. Ahora, muchos tratarán de resarcirse de las pérdidas provocadas, a través de las indemnizaciones que les conceda el seguro, no obstante, el balance seguirá siendo negativo, pese a las presiones de sindicatos como AVA o La Unió para que se establezca una tasación que permita pagar a los labradores el 100 % del daño real. «Estamos desamparados y sin apoyos, pero no hay más remedio que continuar», finalizó Juan Carlos Bono, agricultor de Sellent.