El único molino de luz que quedaba en Alginet ya es historia, después de que las máquinas hayan derribado el inmueble. Una construcción centenaria, que se alzaba en la calle Trinquet. Solo quedan los escombros. El ayuntamiento lo declaró en estado de ruina tras realizar una inspección técnica de su estructura y solicitar al propietario un informe. «Había peligro de que se viniera abajo en cualquier momento. Estaba muy viejo y podía provocar un desastre. Pensamos que era la mejor decisión y así se lo hicimos saber al dueño. Le obligamos a redactar un proyecto de demolición y tras comprobar que cumplía con todas sus responsabilidades, la grúa comenzó a derrocarlo», explicó José Vicente Alemany, alcalde de Alginet.
Algunos expertos en arquitectura aseguraron a este periódico que este tipo de construcciones no gozan de protección. En cambio, los molinos hidráulicos tradicionales para la fabricación de harina y piensos y los arroceros, sí. De todos modos, según indicaron, su estado de conservación, salvo contadas excepciones, es preocupante. «La mayoría de ellos han desaparecido bajo los cimientos de nuevas construcciones o para el ejercicio de otras actividades. Muchos de ellos siguieron operativos hasta la mitad del siglo XX, pero con el tiempo, su funcionamiento se fue deteriorando. Es complicado que las Administraciones Públicas destinen dinero a recuperar estos edificios», manifestaron. La autorización de Cultura para llevar a cabo el proceso de demolición del molino de luz centenario de Alginet reunía una serie de condiciones, entre las que destacaba la conservación del panel cerámico en el que se hacía referencia a que el edificio, durante sus primeros años, era de origen industrial y estuvo dedicado al proceso arrocero. «Nos pidieron que protegiéramos el nombre original del molino y fue lo primero que hicimos», sentenció Alemany.