Se denominó como una guerra porque provocó varios enfrentamientos de importancia, pero finalmente no ha causado víctimas, sobre todo si se tiene en cuenta el bolsillo de los infractores. La guerra de las sombrillas de Cullera ha sido un elemento asiduo en la playa de la capital turística de la Ribera en los últimos veranos. Dado que está prohibido acceder a la arena antes de las ocho de la mañana para permitir las tareas de limpieza, decenas de veraneantes, la mayoría personas mayores que van a coger la mejor ubicación para sus familias, se agolpan de buena mañana (siempre antes de las ocho) para guardar cola y poder acceder a los mejores lugares del litoral, es decir la primera línea, que se puebla de sombrillas a partir de las ocho de la mañana.

Es el momento en que se da salida a una clásica carrera de sombrillas que ofrece una cuadro enormemente variopinto. La mayoría son turistas de avanzada edad, que suelen llegar a Cullera procedentes de Madrid y otros muchos de la comarca de la Ribera o de València que ya llevan años veraneando en Cullera. No es lo habitual, pero hace unos años incluso se llegó a las manos entre dos personas mayores por un conflicto derivado de la carrera de sombrillas.

El ayuntamiento intentó por varios métodos controlar la situación y la instalación de hamacas en la primera línea de la playa de Cullera, regulada por el consistorio cullerense para las zonas de Sant Antoni y del Racó con el objetivo de dar un mayor y mejor servicio a aquellos que deseen aprovechar al máximo su tiempo y mejorar la imagen turística de la ciudad, pareció ganar la guerra del relax el año pasado.

El origen de este mayor control tiene en agosto de 2004 su punto de inflexión, después de que una máquina de la limpieza atropellara a una mujer en Benidorm en las primeras horas de la mañana, alzando la voz sobre la problemática. Desde ese momento muchos consistorios buscaron restringir el horario de acceso a la playa para asegurar que los trabajadores pudiesen realizar sus labores. El Ayuntamiento de Cullera promulgó a principios del mes de julio de 2016 un bando recordando que la legislación impedía plantar las sombrillas a menos de seis metros de la primera línea de la playa, por lo que no se podían establecer delante de las zonas reservadas para el servicio de alquiler de hamacas y parasoles. Este bando formaba parte de una serie de medidas que pretendían mejorar la imagen turística del municipio, combatiendo la guerra de las sombrillas. Desde el 2016 hasta la actualidad el número de sombrilleros ha ido reduciéndose de forma considerable, no pasando en este verano del 2018 de más de unas 40 personas, una cifra poco representativa si se tiene en cuenta que la playa de Cullera cada día es visitada por más de 100.000 personas.

A pesar de la existencia del bando promulgado en 2016 nunca se ha sancionado a ninguno de los sombrilleros que se han saltado la orden dejando las sombrillas abandonadas plantadas en primera fila de la playa. Teniendo en cuenta que el bando no tenía un objeto recaudatorio sino más bien un de saneamiento de la imagen turística de la ciudad, la Policía Local se ha limitado a informar a las personas que no cumplían con el reglamento. En el bando municipal se recoge que las multas a las personas que incumplen dicha normativa constituyen una infracción al artículo 4 de la ordenanza de la Policía y buen gobierno y que puede ser sancionada con un importe que puede oscilar entre los 750 y los 3000 euros. También ha sido habitual estos años que patrullas de la Policía Local hayan evitado que los bañistas más madrugadores ocupen la arena antes de la hora autorizada.

Un nuevo plan

De forma paralela a la publicación del bando de las sombrillas se conseguía en Cullera poder habilitar zonas de hamacas y sombrillas reguladas por el ayuntamiento. En el primer ejercicio de la ubicación de las hamacas en primera línea del mar hubo algunos pequeños incidentes que no llegaron a más, sobre todo porque algunos vecinos se seguían creyendo con el derecho de invadir la primera línea. En el 2016, y gracias a las gestiones realizadas por el consistorio cullerense, se consiguió poder ubicar en primera línea del mar un servicio de alquiler de hamacas y sombrillas tal y como venía haciéndose desde hacía años en ciudades turísticas como Benidorm, Altea, Calpe o Dénia. En un Observatorio Municipal realizado por el Ayuntamiento de Cullera, la medida de la implantación de las hamacas fue no solamente aprobada mayoritariamente, sino además una de las opciones mejor valoradas.