Vegetación para templar el intenso calor. Càrcer busca naturalizar su urbe, hacerla más habitable. Una tendencia que responde al desequilibro verde que provoca grandes diferencias de temperatura entre el centro y la periferia.

Sin ir más lejos, el pasado verano, en la Plaça de la Generalitat, el mobiliario urbano alcanzó más de 70 ºC de temperatura, mientras que en la sombra los termómetros marcaban 35,5 ºC.

De hecho, a pesar de que las calles son estrechas y las viviendas permanecen con las ventanas protegidas con toldos y persianas, la población alcanza valores extremadamente altos en junio, julio, agosto y septiembre (superando los 33.2 grados centígrados). Para suavizar esos registros térmicos tan alarmantes, Càrcer propone una reinterpretación del paisaje: llenar el municipio de árboles.A través de un estudio elaborado por la empresa Babilonia Zonas Verdes SL y financiado por la Diputació de València, el consistorio liderado por Josep Botella busca dar una respuesta a quienes ven factible fomentar la biodiversidad en un ámbito hasta ahora monopolizado por el asfalto y el ladrillo. La clave está en repensar la población y reconquistar el espacio público a través de la jardinería.

Plantar cara al sol para recuperar su verdadera identidad, la que definía a «Carzre»: lugar de reposo, quietud y tranquilidad. Poco queda de aquello. Según refleja la investigación, actualmente el paisaje urbano del municipio de la Vall del Xúquer es de extrema dureza, apenas cuenta con arbolado, los parques están demasiado pavimentados, las especies plantadas no cumplen su función o están muertas y los alcorques son insuficientes. Datos que contrastan con el espacio privado, donde sí hay un alto valor testimonial y de calidad del jardín valenciano.

Para hacer frente a esta batalla que tiene como gran enemigo el calor, se proponen una serie de remodelaciones entre las que destacan como principal medida disuasoria los árboles. Armas que lejos de hacer daño, provocan bienes para la atmósfera como la producción del oxígeno y la reducción del dióxido de carbono.

Transformación de espacios

No es el único recurso. También se expone una transformación del espacio público y de la movilidad no motorizada, así como una mejora de la biodiversidad generada por la plantación de especies autóctonas como la morera, y facilitada por conectores ecológicos como el río Sellent y el propio tejido agrícola.

Otra de las metas que se persiguen con este análisis es la de fomentar las zonas verdes como espacios para la salud y el ocio. «Este tipo de espacios producen un retorno si los usuarios interactúan con ellos. Está demostrado que el contacto con el entorno natural aumenta el bienestar físico y psíquico de las personas.

Además, favorecen el sentimiento de comunidad y la buena vecindad y contribuyen a que a la gente sea más generosa y sociable. Esta apuesta es clave para el desarrollo vital de las personas», señala Mar Riera, coordinadora del estudio.

Hacia un población más verde La idea del plan es convertir el núcleo de la localidad en un mosaico floreciente y crear un hábitat continuo para la fauna urbana. Áreas destinadas a mejorar la calidad de vida en las que sea factible sentarse a leer, conversar o dar un paseo, al tiempo que relajen y supongan una evasión necesaria para olvidar el hormigón.

El objetivo del ayuntamiento pasa por implantar esta guía en los próximos meses. «Las poblaciones que ofrecen calidad de vida no sólo han de tener buenos servicios, mobiliario urbano práctico y unos niveles de polución controlados, sino poner a disposición de los habitantes zonas verdes urbanas a través de políticas responsables con el medio ambiente. Nos gustaría recuperar la Càrcer originaria y que sea un lugar más cómodo y atractivo, que facilitase la sociabilización. El proyecto está dividido en dos fases. Es muy ambicioso. Lo iremos aplicando poco a poco porque queremos convertir nuestro municipio en un modelo a seguir», sentencia el alcalde de Càrcer, Josep Botella. Un paso más en la lucha contra el cambio climático.