La agricultura pasa por uno de sus momentos más delicados en años. Los trabajadores del campo viven cada campaña prácticamente como si fuese la última, porque nunca saben si van a mantener sus cultivos un año más. El abandono de parcelas, principalmente de cítricos, es un hecho que lejos de verse con extrañeza se ha convertido en la tónica habitual. La dañina climatología de los últimos meses no ayuda. Y, de mar de fondo, la importación de naranjas de Sudáfrica o la lucha de los «collidors» por un convenio laboral digno. Un cóctel letal que se ha cobrado una víctima: la Cooperativa Valenciana del Camp Unió Cristiana de Sueca, que esta campaña se ha visto obligada a cerrar su sección de naranjas ante las cuantiosas pérdidas registradas.

Si bien es cierto que la cooperativa suecana centra la mayor parte de su actividad en el arroz (sector que la ha convertido en una de las más punteras de la Comunitat), como muchas otras diversificó su actividad y trabajó durante décadas la rama hortofrutícola, con especial atención a los cítricos. No en balde, la naranja ha sido durante décadas el principal motor de la economía comarcal. Navelinas, Hernandinas, Clemenules o Valencias formaban parte de un amplio abanico de productos cuya comercialización sed ha cerrado. «Desde esta temporada no trabajamos con naranjas», explicó ayer el presidente de la cooperativa Suecana, José Luis Mariner, a Levante-EMV. Y añadió: «La infraestructura nos comía, no podíamos mantener esa sección porque todo eran pérdidas».

Según Mariner, a lo largo del último año se han realizado diferentes reuniones y asambleas con los socios para tratar la delicada situación de una sección que presentaba cuantiosas pérdidas. «Pensamos en alternativas para no tener que prescindir de ella, pero finalmente se decidió cerrar la sección; a fin de cuentas tenemos que velar por la economía de la cooperativa. Afortunadamente estamos saneados y con el arroz y la venta de suministros vamos bien», alegó el presidente de la sociedad.

«Panorama muy negro»

Decenas de trabajadores perdieron su trabajo, en lo que es una muestra más de la delicada situación que atraviesa el sector citrícola valenciano, en general, y ribereño, en particular. «El panorama está muy negro», reconoció Mariner, que prosiguió: «En la actualidad, muchos de los agricultores que no están en cooperativas tienen la naranja por vender y ésta sufre las consecuencias de la adversa climatología, muchas de ellas se acaban aguando». Aunque el clima es uno de los más temidos enemigos de los trabajadores agrarios, «a esto hay que añadirle el hecho de que cada vez se abandonan más campos, no existe un relevo de jóvenes que quieran dedicarse a la agricultura, no se invierte nada en los huertos y no se hacen nuevas plantaciones», arguyó el presidente de la cooperativa suecana. Eso se traduce en que, a cada año que pasaba, la Unió Cristiana disponía cada vez de menos kilos de naranja con los que trabajar. Las reducidas liquidaciones tampoco acompañaban, desde luego.

La decisión no fue fácil, pero la sociedad se decantó por cortar el grifo a una sección cuya producción menguaba a cada campaña que pasaba. Así se expresaba, de hecho, uno de los cooperativistas: « La sección de naranja estaba funcionando muy mal desde hace años, no se hacía nada para revertir la situación. Han ido liquidando a precios más reducidos y la gente se ha dado de baja. Por todo esto y al tener menos producción han decidido cerrar la sección, dejando a unas cien personas sin trabajo», lamentaba.