Alginet perdió el sábado a una de sus ciudadanas más ilustres, la religiosa Elvira Bosch, perteneciente a la congregación religiosa Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús. Una mujer excepcional que pasó cerca de 50 años como misionera en el Congo, donde ha ayudado a promover la educación y la sanidad en zonas de máxima necesidad humanitaria. Su ciudad natal le rindió un gran homenaje en 2009. La nombró hija predilecta, un título que se le otorgó por unanimidad de todas las fuerzas políticas.

La misionera fue operada de un cáncer de páncreas en el año 2013 y, tras recuperarse, regresó al Congo pero la enfermedad apareció de nuevo y tuvo que volver a Madrid en 2016, donde permaneció los dos últimos años en la casa general de la congregación. La Compañía Misionera la ha definido como «una luchadora incansable entregada a Dios».

La religiosa ejerció su labor en el Congo desde 1968 en poblaciones como Lac Matshi, Mwilambongo, Koshinbanda y en la capital, Kinshasa, donde trabajó en el centro de discapacitados físicos dirigido por la congregación religiosa Hermanos de la Caridad. Con 21 años ingresó en la congregación religiosa Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús porque tenía muy clara su vocación: «Yo quería ser misionera y por eso busqué una congregación que fuera exclusivamente misionera. Cuando era joven sabía que iba a ser monja, pero recibí una revista del Papa Pío XII que decía 'África, ahora o nunca', al leer el artículo comprendí que era lo que yo quería», narraba hace apenas unos meses a este periódico. Tras estudiar Bachillerato y Magisterio en la orden religiosa, cumplió su deseo y fue a su destino soñado.

Cuando llegó al Congo, la visión del país africano le impactó. «Aquello era otro mundo, te encuentras la nada más absoluta. Intentas aplicar una inventiva que allí la gente no tiene para dar una solución a sus problemas», expone, a lo que añade: «Por ejemplo, hicimos un carro. De cero. Lo enganchamos a un toro y así podíamos transportar cargas pesadas. Todo el mundo se quedó boquiabierto. Jamás habían visto un pupitre cuando llegué. Pues yo le hice un dibujo al carpintero y él lo fabricó. Cosas como un retrete o una cisterna para almacenar el agua de la lluvia también les impresionaron mucho».

Emprendedora absoluta

Entre los numerosos proyectos que puso en marcha en el Congo destaca la creación de cooperativas agrícolas, talleres de artesanía y restaurantes atendidos por discapacitados físicos sin recursos. Asimismo, impulsó la construcción de centros de salud, carreteras y colegios, varios de ellos dirigidos por ella misma.

Trabajó en todas las áreas, desde el mantenimiento de un sanatorio antituberculoso, el reparto de alimentos y medicamentos a familias sin recursos y la adquisición de un vehículo todoterreno para la atención de una misión a 900 kilómetros de Kinshasa y 90 núcleos urbanos que dependen de la misma hasta proyectos de formación agrícola y de medicación preventiva.