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El artista que emergió en Alzira

Antonio Ballester elaboró hasta 7 esculturas para una ciudad que elevó su reputación profesional

El artista que emergió en Alzira B. M. P.

En 1938 y por encargo del Ejército de Levante, en cuyo Estado Mayor Antonio Ballester se había enrolado para realizar trabajos topográficos en los frentes de batalla, modelaba su «República combatiendo». Un busto de medio cuerpo que aúna la serena belleza de la helenística «Victoria de Samotracia» con la pintura de Delacroix, la "Libertad guiando al pueblo". Obra que desaparecería durante la contienda.

La Niké, diosa griega y romana de la Victoria, era representada por una figura femenina con vestidura movida por el viento y alas extendidas. Mensajera de los dioses, se encargaba de portar la corona que constituía el premio al vencedor. La Iglesia, a partir de la Edad Media, se ocuparía de cristianizar y trasformar a la diosa en ángel. En el emisario que entregaba la palma y corona de laurel, símbolos del martirio.

Concluida la guerra civil, Tonico Ballester sería encarcelado junto a otros destacados miembros del Comisariado de Artistas. Más adelante, ya en libertad condicional, su profundo conocimiento de aspectos, técnicas y recursos del oficio, iba a permitirle reanudar la profesión. Él y otros colegas represaliados decidieron atender la ingente demanda de imágenes religiosas que habían sido destruidas a lo largo de la guerra. La ciudad de Alzira iba a ser una de las beneficiarias.

Así se desprende del estudio sobre el personaje que recopila el libro «Antonio Ballester Vilaseca. Obra en Alzira», de eminente publicación. Del cual deseo recalcar la figura del ángel que ilustrará su contraportada. Esculpido en 1943 por Tonico -nombre artístico con que se dio a conocer para distinguirse de su padre, también escultor, y por su innegable aspecto juvenil-, forma parte de las cinco magistrales tallas que componen la «Oración en el huerto». Un conjunto sacro que destila humanidad: el apostol Pedro anciano, Santiago en plenitud de la vida y el adolescente Juan. Representando, junto a la imagen de Cristo y la monumental talla del ángel -roza los dos metros-, la escena que relataron los evangelistas.

El momento terrible que Tonico, hombre sensible y culto, iba a lograr transmitir. Con acierto, a golpes de gubia, iría tallando en madera la imponente Niké. La figura que en esta ocasión no transportaría bandera alguna de la revolución, como hizo Delacroix, ni laurel de la victoria y palma del martirio. Sustenta un cáliz. El cáliz de la amargura.

Sugestiva imagen que bien podría haber protagonizado la portada del próximo volumen editado por la Imprenta Reyes. De no ser por mi determinación de dar a conocer otra de sus obras, igualmente importante y de reciente actualidad. Con antelación, en los libros «Voces de la Pasión», impreso en 2006 por Gráficas San Bernardo, y en «Imágenes de la Pasión en la Semana Santa de Alzira», editado en 2017 por Neopatria ya figuraba. Así que esta vez consideré más novedoso que destacara en mi último trabajo «La muchacha del Lago».

«La muchacha», escultura de 1964, fue ideada por Tonico Ballester durante el exilio americano. Modelada en barro y vaciada en escayola, sería ejecutada a su regreso a Valencia. Forma parte del legado de Ana Rosa Ballester Bonilla a la ciudad de Alzira, junto al bronce de Blasco Ibáñez que había donado en octubre de 2015.

Enriquece el singular fondo patrimonial que los alcireños tenemos el privilegio de poseer: la imagen de Santa María de Lluch en el Santuario, la Inmaculada, San Antonio y el Santo Sepulcro en Santa Catalina, La Oración de Jesús en el Huerto en el templo de la Encarnación y el «Pas del Poble» en el local de la Junta de Hermandades y Cofradías. Y prolongan a la par nuestro tradicional y grato itinerario por la Alzira de Ballester hasta el MUMA.

Generosidad por parte de su hija que propicia ampliar la presencia de un artista al que las dos últimas corporaciones municipales han tenido el acierto de reconocer. La anterior, con la rotulación de una calle a su nombre en el Polígono de Tulell; y la actual, con el patrocinio de mi última investigación. No obstante quiero enfatizar que Ana Rosa, en las diversas idas y venidas a Alzira desde su domicilio en Barcelona, lo que más apreció fueron las muestras de admiración y afecto que los alcireños dispensaban a la obra de su padre. Las manifestaciones de espontáneo fervor que surgen y se hacen patentes tanto durante la Procesión del Viernes Santo como en septiembre cuando Nuestra Señora del Lluch recorre las calles de Alzira.

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