«Para los que sentimos la tierra y la llevamos en la sangre esta decisión es muy dura, pero no se puede aguantar más. Aquí empezó nuestro bisabuelo plantando arroz y por primera vez en 120 años esto volverá a ser tierra campa. Es muy lamentable, para llorar». El lamento es de Ricardo García Carrión, un agricultor de Algemesí al que se le ha quedado en el árbol toda la cosecha de okitsus en un campo de más de una hectárea -catorce hanegadas-, que ha decidido arrancar. Solo está a la espera de que la humedad del terreno permita entrar a la retroexcavadora.

«Es muy lamentable porque aquí hay trece años de mi vida, trece años de desvelos, de invertir dinero con toda la ilusión...», resume de forma fugaz con la sierra en la mano, pero no hay marcha atrás. Es más, no es el único campo que los hermanos García Carrión han decidido talar ya que también arrancarán otras dos hanegadas de la misma variedad en otro punto del término.

La campaña pasada lograron cubrir gastos, pero los 7.200 euros invertidos este año en el campo de 14 hanegadas irán directamente a la cuenta de pérdidas, a pesar de que tenían un acuerdo con un comercio para vender la cosecha a tres euros la arroba. Cuando llegó el momento de la recolección empezaron las excusas. «Estaba cayendo el mercado, pero se nos ha desplomado a nosotros encima, no al comercio», comenta Ricardo García, que ha denunciado a este exportador. Su hermano Enrique reclama a la Administración que regule un contrato «que tenga fuerza y obligue a las dos partes» y en el que no sean todo penalizaciones para el agricultor.

«Cualquier empresario que sufra unas pérdidas así cierra la empresa o cambia de producto, pero yo no puedo cambiar de producto porque necesito cuatro años para ver qué saldrá», comenta Ricardo García, mientras detalla la relación de gastos que tiene que soportar para no sacar nada: «No es rentable y no hay más remedio que cerrar». No obstante, no duda en cargar contra los políticos españoles, especialmente por el acuerdo comercial de la UE que ha permitido la entrada de la naranja de Sudáfrica.

«España no tiene un peso específico para imponerse en ningún sitio, nos bajamos los pantalones continuamente a cambio de la pesca o de otros intereses y nos están sacrificando a los agricultores, pero no se dan cuenta de los miles de jornales que se van a perder. Si nosotros abandonamos todo esto va a ser un desastre impresionante, porque se generan cientos de miles de euros en transporte, envases, trabajo en almacenes y otro problema que no tienen en cuenta es que el sector están dando empleo a muchos inmigrantes. Si esto se para, ¿qué hará el Gobierno con esos miles de inmigrantes?», se pregunta el agricultor de Algemesí, que culpa del nefasto inicio de la campaña a la entrada de cítricos de Sudáfrica. «Nosotros no podremos competir nunca porque allí viven casi en estado de esclavitud. La solución no está en nuestras manos, es política y si no hay voluntad no tiene solución y al año que viene la campaña será aún peor».