La publicación de un libro del doctor en arte e historiador Bernat Montagud sobre la obra de Antonio Ballester destinada a Alzira completa el homenaje que la ciudad ha dedicado en los últimos años al escultor valenciano que pasó de ser un activo militante del PCE y entusiasta defensor de los valores de la República a convertirse en un reputado modelador de arte sacro para sortear la temible represión franquista hasta que optó por el exilio. Ballester recibió múltiples encargos de la capital de la Ribera Alta, gracias en parte a su amistad con el entonces alcalde, Lisardo Piera, hasta dejar una huella imborrable en la imaginería de la Semana Santa local. La ciudad ha sabido reivindicar su figura y ha expuesto obra donada por su hija en el museo municipal MUMA.

El auditorio del Archivo se llenó el pasado viernes de artistas, escritores y variados representantes de la sociedad local para asistir a la presentación del libro de Montagud, que efectúa un completo recorrido por las obras que esculpió desde 1940 a 1946 que pueden observarse durante los desfiles procesionales de la Semana de Pasión, en los doseles que se montan durante esos días o en algunos templos de la ciudad. La publicación también aporta importantes documentos gráficos hasta ahora desconocidos.

La donación por parte de la hija del escultor, Ana Rosa Ballester, de otras dos esculturas y dibujos, ha permitido a Alzira disponer de una valiosa colección de sus obras. A este respecto, la concejala de Cultura, Isabel Aguilar, ha destacado precisamente que faltaba «completar el patrimonio acireño con la vertiente más personal del artista, la de las obras que el escultor realizó una vez liberado del condicionamiento que implica el encargo de un cliente».

«Un artista rojo»

Ana Rosa Ballester ha confesado que siempre oyó decir a su padre «que había trabajado mucho y muy a gusto para Alzira, pero que llegó un momento en que ya no le dieron más trabajo por culpa de la presión que ejercían los escultores del régimen franquista, que se mostraban muy enfadados de que le encargasen a él trabajo pese a ser un ‘escultor rojo’».

La mediación y el libro de Bernat Montagud han permitido que Alzira reivindique su legado.