Mientras alcaldes y concejales de toda la Ribera agrícola se reunían en noviembre para abordar el mal estado del sector durante la campaña de este año, Pepe esperaba paciente a que algún comprador le ofreciese un precio justo por sus naranjas. Cuando la Mancomunitat solicitó que se retirasen 250.000 toneladas de cítricos para relanzar la campaña, Pepe seguía esperando. En diciembre, 700 agricultores se concentraban en Algemesí para hacer fuerza en sus reivindicaciones y Pepe seguía a la espera. Llegado 2019, y sin novedades que alimenten la esperanza de una venta que al menos cubra gastos, este agricultor de la Barraca d'Aigües Vives ha desistido. Los naranjos ya cortados cubren el suelo de lo que antes era su modo de vida. «No vale para nada ya y las esperanzas que tenemos no son mejores. He perdido toda la cosecha dos años seguidos, este sería el tercero», lamentó en declaraciones a Levante-EMV. La historia de Pepe Climent es la de decenas de agricultores más por toda la comarca, la tozuda realidad de un sector tocado por los precios a la baja y casi hundido por una competencia que no juega con las mismas reglas.
Ha sido una campaña difícil. Primero, el temporal de lluvia del mes de noviembre afectó a prácticamente toda la comarca y, en el caso de Alzira, dañó aproximadamente el 35 % de la naranja temprana, según los cálculos de la cooperativa local. Pero ha sido el acuerdo de importación con Sudáfrica lo que ha inundado el mercado de una naranja más barata, que no ha de pasar por los mismos controles que la autóctona y que ha acabado de reventar los precios. Contra ello llevan protestando agricultores, asociaciones y ayuntamientos prácticamente desde el inicio de la campaña. Entretanto, los supermercados, denuncia Pepe, están comprando el cítrico importado antes que el autóctono. Y este último se queda en los árboles, otro año más.
La solución a la que algunos, como Pepe Climent, se ven abocados es dejar de producir. Al menos así el campo deja de ocasionar gastos, que pueden oscilar entre 200 y 250 euros por hanegada, sin contar la mano de obra. Tras tres campañas sin que nadie recogiese la naranja del árbol, Pepe optó por cortar por lo sano. Ha sido a lo largo de este fin de semana cuando ha pasado por la sierra los naranjos de sus seis hanegadas de campo. «No hay futuro por lo que se está viendo, por los informes que tenemos. Que se hagan el ánimo todos los que tengan naranjos, que no gasten dinero sin más», apostilla como advertencia, en sintonía con lo que la Unió de Llauradors de la Ribera viene advirtiendo desde que empezó la presente campaña: en una comarca con un peso económico destacable del sector primario, las pérdidas provocan el abandono de explotaciones agrícolas y la ausencia de relevo generacional. Y con ello, una caída de la renta per cápita en la Ribera y un aumento del paro y la inestabilidad laboral en los sectores que dependen de la agricultura.
Sin ayudas al agricultor
Climent, por otro lado, denuncia la inexistencia de ayudas directas para el agricultor, «a pesar de lo que diga la propaganda del ayuntamiento», según sus palabras. Acudió a la Oficina Comarcal Agraria de Alzira, dependiente de la Xonselleria de Agricultura, para enseñar las fotos de su campo ya cortado. Allí, cuenta, le dijeron que no podían hacer nada por él, que todos estaban igual. «Yo les dije que no, que ellos tienen un oficio y pueden vivir, pero los agricultores, que vivimos de lo que producimos, no podemos».