Para buena parte de los usuarios de la red de cercanías de Renfe, el servicio ferroviario que se ofrece está más cerca de representar un incordio que una grata experiencia. La Ribera está comunicada con la capital de provincia a través de las líneas C-1 y C2. El hartazgo por las numerosas deficiencias es tal que ya se ha creado en la comarca una plataforma de afectados y poco a poco llegarán a los ayuntamientos propuestas para solicitar nuevas mejoras.

Uno de los primeros consistorios en mostrar su respaldo a los vecinos será Carcaixent, lugar en el que nace (simbólicamente) «Indignats amb Renfe». Algunos de los usuarios que conforman la plataforma son carcagentinos y están hartos. «Se están mofando de nosotros», manifestó ayer molesto José Rafael Bello, que proseguía: «Sufrimos anulaciones de trenes sin previo aviso en muchas ocasiones. Más de una persona se queda colgada cuando, por ejemplo, se cancela el último tren que sale de Xàtiva. ¿Qué hace una persona que sólo dispone del transporte público cuando anulan el último tren que va a su pueblo y es de noche? Pues se fastidia».

Aunque en el caso de que un usuario se suba dentro, lo que le espera no es nada placentero. «La mayor parte de los trenes son de los años 90 y se averían con facilidad, por no decir que no son nada cómodos y hacen mucho ruido», denunció ayer Paula López, una joven estudiante universitaria de Carcaixent. «Hay muchos que no están adaptados para personas discapacitadas», añadía.

Las cancelaciones y la incomodidad son sólo algunas de las molestias que aguantan aquellos que usan a diario el transporte público, que en muchas ocasiones llegan tarde a sus puestos de trabajo o a su lugar de estudio si confían a pies juntillas en el horario que la propia Renfe establece. «Hace un par de años los retrasos en la línea de Cercanías de Castelló a València se debían a las obras del corredor mediterráneo, según nos decían para justificar el descontrol horario. El año pasado seguían sin que hubiera corredor mediterráneo alguno y también afectaban a los convoyes que comunican Gandia y Moixent con València», denunció López.

Saturación

Las averías, a su vez, convierten los trenes que funcionan en un homenaje involuntario al camarote de los hermanos Marx. «El otro día se estropeó un tren y nos subieron a todos en otro, de modo que uno albergaba la capacidad de dos. Fuimos a poner una queja y encima nos dijeron que deberíamos haber llegado más tarde, porque cuando un tren va sobrecargado la normativa prohíbe que circule a velocidad normal. Para colmo, en esos casos no se pueden presentar quejas comunes, por lo que si todos los afectados tuviésemos que pararnos uno a uno no acabaríamos nunca», expresó Bello.

A eso se suman las aglomeraciones, los fallos en las puertas o en el sistema que valida los billetes o el excesivo coste de los trayectos (es más rentable un viaje en grupo en vehículo privado que en transporte público). Sin olvidar las máquinas para adquirirlos, que en algunos casos no aceptan tarjeta mientras que los operarios de la ventanilla carecen de datáfono, según sus mismas denuncias. «No puede ser que vendamos internacionalmente el AVE cuando aquí tenemos un Cercanías tan horrible», sentenciaba Bello.