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El maltrato a la mujer tiene demasiada historia

Silvia Pons y Vicente Ferrer rescatan seis procesos judiciales de violencia machista en Villanueva de Castellón que tuvieron lugar entre 1758 y 1797

El maltrato a la mujer tiene demasiada historia

La violencia machista se ha situado en los últimos años como uno de los problemas que más preocupa a la sociedad. La postura de dominio que ha ejercido el hombre sobre la mujer, que ha quedado apartada y menospreciada en muchos ámbitos de la vida, se ve (aunque todavía quede mucho que hacer para lograr una igualdad efectiva) cada vez más como lo que verdaderamente es: una injusticia. Desde 2003 han sido asesinadas en España por sus maridos, novios o ex parejas 975 mujeres, 47 de las cuales lo hicieron el pasado año. El hecho de que no existan cifras anteriores pone de manifiesto la escasa preocupación que suponía para una sociedad hecha a medida de los varones. No obstante, la violencia machista abarca delitos más allá del asesinato y, obviamente, se pueden encontrar casos buceando en la historia. Así lo recogen Silvia Pons Molina y Vicente Ferrer Pérez, del instituto Pere d'Esplugues de la Pobla Llarga, en su trabajo «La violència masclista a Castelló de la Ribera en la segona meitat del segle XVIII». Éste forma parte de la publicación Aproximació històrica a la Ribera del Xúquer, editada por Carmel Ferragud con motivo de l'Assemblea d'Història de la Ribera.

Pons y Ferrer parten de documentación encontrada en el archivo municipal de Villanueva de Castellón. Concretamente de seis procesos judiciales que, pese a no causar la muerte de la mujer, sirven para reflejar las conductas de la sociedad de aquella época. Asimismo, aseguran que son sólo una muestra de «los múltiples casos que quedaron silenciados y nunca fueron denunciados». La localidad contaba en 1787 con 1.475 habitantes, dedicados principalmente a la agricultura (arroz y moreras). La sociedad del siglo XVIII destacaba por su carácter patriarcal y violento. «La posición social de la mujer era de total inferioridad y dependencia respecto al hombre». Su destino era el matrimonio o el convento. Su condición queda reflejada, tal y como recuerdan los autores, en refranes como «A la mula i a la dona el garrot sol fer bona» o «Mare, què vol dir casar? Parir, rentar i plorar».

Violencia injustificable

Los autores destacan que los casos analizados presentan «situaciones realmente dolorosas, violentas e injustificables, que llegaron, incluso, a la presencia de sangre y heridas de consideración, en algunas ocasiones» y que, no obstante, «hay que pensar que muchas agresiones habrán quedado en el anonimato, sin ver la luz, escondidas y enterradas en el sufrimiento personal de las mujeres maltradas».

Los documentos del archivo conservan, por tanto, los siguientes casos: Una paliza e intento de asfixia de Salvador Beltrán, de 28 años, a Agustina Sanchis, menor de 25; maltrato verbal de Vicente Alcover a Laura Merín; paliza con golpes que provocaron heridas en la cabeza de Josefa Riera, de 33 años, a manos de Ramón Teruel; maltrato de palabra y obra (en aquella ocasión el juicio enfrentó a José Serra contra su suegro, Lorenzo Dasí); maltrato físico con señales de sangre en el cuello de Gaspar Martí a su mujer, Mariana García; paliza e intento de asfixia de María Sebastiá a manos de su marido, José Serra; maltrato de palabra y obra por parte de Federico Adroguer a su mujer, Rosa Gómez; y paliza de un reincidente Jerónimo Urrea, de 40 años, a Inés Beltrán, de 16, su segunda mujer.

Los hechos narrados en la documentación judicial incluyen amenazas de muerte, brutales golpes con utensilios agrícolas como hachas u hoces o del hogar, como escobas y otras atrocidades. En los casos de asfixia, el hombre aprovechaba su superioridad física para agarrar su cuello con las manos o hacía uso de un cuerda. Uno de ellos, incluso, estuvo tentado de arrojar a su esposa a la acequia de Carcaixent. Todo tipo de comportamientos vejatorios basados única y exclusivamente en la posición predominante del varón sobre la mujer por el mero hecho de ser mujer (y porque la consideraba como una posesión más, una esclava sumisa que le debía obediencia absoluta).

Ataque a la dignidad

Todos los casos tuvieron finales similares. Los hombres pasaron por la cárcel o pagaron multas (siempre fueron penas poco exigentes con el agresor). Aseguraban por activa y por pasiva que jamás volverían a maltratar a sus mujeres y éstas volvían a convivir con ellos. Quizás por convicción de que realmente no vivirían un escenario similar en el futuro. Aunque lo más probable es que se resignaran, ya que, como indican los autores, la mujer tenía serias dificultades para sobrevivir de manera digna fuera del matrimonio ya que el trabajo fuera del hogar escaseaba. «Un auténtico ataque a la dignidad femenina», concluyen Pons y Ferrer.

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