­Dijo Karl Marx en su obra «18 de brumario de Luis Bonaparte» que la «Historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa». Para los agricultores de la Ribera, sin embargo, parece que la Historia se repite sin fin. La crisis citrícola que se vive en la actualidad está provocando un abandono en masa de la agricultura y la renovación generacional es preocupante, mermando la capacidad de los pueblos para aguantar a sus habitantes, que huyen despavoridos hacia grandes urbes donde consideran que existen más posibilidades de vida. Ocurrió algo similar hace 105 años. No es poco pero parece ayer si de paralelismos se habla. El asesinato de Francisco Fernando en Serbia provocó la Primera Guerra Mundial y pese a que España se mantuvo al margen del conflicto, la contienda distorsionó por completo la economía europea. Algunos sectores se vieron beneficiados por las exportaciones (sobre todo de productos de primera necesidad hacia países en conflicto) pero la agricultura ribereña (y en especial la naranja) vivió unos años de auténtico desastre. A lo largo de la guerra dos noticias aparecieron de forma recurrente en la prensa valenciana: la ruinosa situación de los labradores que se dedicaban a la naranja y las limitaciones impuestas en la exportación del arroz. Poco después de comenzar la guerra ya se experimentó una caída de los precios y de la demanda del fruto pero fue a partir de 1917 cuando el bloqueo marítimo de Alemania a Gran Bretaña sentenció casi de muerte al cultivo. Si en 1913 salieron del puerto de València 180.372 toneladas de naranja, cinco años después tan solo lo hicieron 34.000. Uno de los problemas principales fue que no existieron exportadores valencianos con el suficiente poder para situar la fruta en los mercados y los mayoristas marcaban el precio en zonas de venta potentes como Alzira o Carcaixent pero la parte sustanciosa del beneficio se lo ganaban intermediarios que vendían más caro en Londres o Liverpool. Cuando aumentaron los precios de los fletes, el margen de beneficio fue tan bajo que los agricultores ya no cubrían ni gastos. ¿Les suena?

El mercado interior también quedó limitado por la escasez de carbón para el transporte por ferrocarril y las órdenes de prioridades marcadas por el Gobierno, que evidentemente dejaron de lado a una fruta como la naranja.

Con el arroz la situación fue diferente, entre otras cosas porque los labradores se las ingeniaron para exportar más allá de lo permitido. El cierre del Canal de Suez permitió bloquear los productos procedentes de Asia, por lo que los arroceros que se expandían por buena parte de la Ribera prácticamente no encontraron rivales y el sector vivió varios años de esplendor.

La situación en el campo provocó una enorme conflictividad, en un momento en el que se consolidaron los sindicatos de clase a la ola del éxito de la revolución bolchevique en territorio ruso. A lo largo de 1917 se vivieron huelgas generales en varias localidades de la Ribera, caso de Carlet. En 1919 se hicieron populares en el territorio valenciano las protestas de la Ribera y entre finales de agosto y mediados de septiembre se vivió la «vaga dels segadors de l'arròs», que acabó con una fuerte represión de la Guardia Civil y el ejército contra los huelguistas por ejemplo de Cullera. La respuesta de las autoridades y los patronos, sin embargo, llegó a causar muertes. Conocido fue el caso de la Pobla Llarga, donde llegaron a abrir fuego contra los manifestantes y vecinos que protestaban por la subida de los precios. No fue impedimento que hubiese niños entre el vecindario y los disparos procedentes del edificio consistorial, la casa del sacerdote y la del cacique provocaron cinco muertos y numerosos heridos, además de casi medio centenar de detenciones. La implantación de los partidos y sindicatos de izquierdas fue paralelo al malestar ciudadano y en 1918 la Alianza de Izquierdas fue la primera fuerza política en Alginet, Algemesí, Sollana, Sueca o Cullera.