La amenaza que representa la propagación del galápago de Florida, una especie exótica invasora que puebla el Xúquer, tiene difícil solución. Por el volumen de población que ha alcanzado y por las características de este reptil que puede vivir hasta 40 años, según coinciden en señalar diversas fuentes consultadas.

La Conselleria de Medio Ambiente ya reconoció en su día que no dispone de medios para pretender erradicar la también conocida como tortuga de las orejas rojas de los ríos y humedales de la Comunitat Valenciana. «Está fuera de nuestro alcance», asumieron fuentes de la dirección general de Medio Natural cuando Levante-EMV dio cuenta en 2016 de la proliferación de esta especie por aguas del Xúquer. Miembros del club de piraguas de Algemesí la documentaron con fotografías por primera vez en 2007 -aunque su presencia es incluso anterior- y, según reconocen, se ha multiplicado y en la actualidad es frecuente ver en la orilla del río troncos repletos de ejemplares de diversos tamaños.

La expansión de esta especie invasora por España responde a la moda que se extendió hace años de adquirir estos galápagos como mascotas cuando son de tamaño reducido aunque, con posterioridad, dada su longevidad y los problemas que se derivan de su crecimiento -las hembras pueden alcanzar los 2,7 kilos o incluso más, siendo el macho de menor tamaño-, se acababan abandonando. El Gobierno ha prohibido en un reciente decreto la posesión, transporte y comercio de ejemplares vivos -autoriza que aquellos que ya tienen estas tortugas las conserven, aunque deberán comunicarlo a la Administración y firmar un compromiso de no liberarlas y de comunicar si éstas se escapan- en un intento de frenar su propagación.

«Las tortugas exóticas es un problema silencioso del que nadie habla, pero el abandono es masivo», comenta David Campos-Such, técnico de la Fundación Limne, entidad que años atrás intentó realizar un control de la población en el Xúquer, aunque el trabajo se vio frustrado por el robo de las trampas.