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Madera de comerciantes

El muelle del Ràfol, ubicado en Villanueva de Castellón, se convirtió durante siglos en un punto clave del negocio maderero

Desde hace varios años, Antella rememora el trabajo de los «gancheros», con sus «Maeràs». levante-emv

Según destacan los autores, las sierras vecinas a las riberas, tanto del Xúquer como del Cabriol, proporcionaban tanto pinos como encinas a los comerciantes de la época. Se crearon incluso compañías, ya que el negocio requería de grandes inversiones (comprar los arbolados, serrar, transportar y almacenar la madera hasta su venta). Los documentos estudiados por Benetó y Ferrer dejan constancia de que existían grandes compradores, como el Duc de Gandia o Aldifonso de Aldana, el comerciante de madera más importante del Ràfol en 1590; así como otros de menor entidad, que la adquirían para revenderla.

Lugares estratégicos

La actividad comercial fue tan importante, que dio lugar a toda una serie de oficios específicos. «Para el trabajo en el pinar y el transporte por el río, el encargado de las cuestiones económicas y del personal, los materiales, las herramientas, los jornales a pagar, etc., encontramos la figura del 'majoral', que además tenía la obligación de llevar un libro de cuentas», apuntan los autores. También existían las personas dedicadas a talar los árboles, los arrieros que lo transportaban, el «marcador» (que designaba los árboles a cortar en base a las condiciones de la venta) o la figura del «ganchero», encargado de llevar la madera por el río.

Tras su transporte por el Xúquer, la madera tenía que ser descargada y almacenada «en un lugar concreto por razones geográficas y económicas», inciden los autores. «La primera, la facilidad para maniobrar de manera fácil y holgada un material dificultoso de manipular. En segundo lugar, se buscaban rincones de río con predominio de arena y zonas estables donde poder extraer, con la ayuda de los animales de tiro, las piezas que llegaban flotando. En tercer lugar, era conveniente escoger lugares bien comunicados con caminos. Finalmente, hacía falta que estuvieran próximos al destino final de la madera», añaden a continuación. A eso se sumarían los argumentos de tipo impositivo, es decir, el pago de impuestos.

En ese sentido, Benetó y Ferrer subrayan la existencia de varios muelles o apeaderos en el Xúquer: Tous, Antella, el Ràfol, la Paixarella, Alcosser, Alzira, Pardines y Cullera. «En principio, no todas tenían la misma importancia; el caudal caprichoso del río provocaba que aquellas más alejadas de la desembocadura fuesen más importantes, ya que en épocas de restricciones de agua, y ante una parada forzosa de la madera, antes de esperar a que aumentara de nuevo el caudal del río era preferible sacarla y continuar el camino con carros», destacan.

Según los autores, el muelle de Tous se utilizaba «de manera anecdótica». El de Antella, por su parte, «era el punto idóneo para realizar un recuento de las piezas transportadas, aunque no estaba bien comunicada con los caminos principales». «El Ràfol es el auténtico portal de entrada de madera de la Ribera. Situada en terras dependientes, entonces, del señorío de Alcàntera y Beneixida, estaba bien comunicada con la Vall de Càrcer, Alcosser, Alberic y Castelló, además de con la segunda ciudad más importante del momento, Xàtiva, y su área de influencia sin pasar por el río Albaida. Precisamente, el abastecimiento de su importante núcleo propició que los comerciantes del lugar fomentaran y promocionaran el Ràfol y su peana como los más importantes del Xúquer», explican al respecto.

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