Cada vez es más común el relato de casos en los que la descendencia de una persona mayor priva a su progenitor de lo que para una parte es libertad de acción y elección, y para la otra simple protección.

El asunto se enquista aún más cuando una nueva pareja entra en la vida del o la anciana, caso en el que los recelos ante la posibilidad de que esta nueva pareja tan solo busque tomar parte en la herencia. Unos recelos en ocasiones justificados, en otras exagerados.

El último caso tuvo lugar en Algemesí, en diciembre. Este periódico se hizo eco de la situación de David, de 80 años, y su pareja Maribel, natural de Ecuador. La deteriorada relación entre la pareja y los hijos de David había desembocado incluso en disputas judiciales. Los hijos de David, después de que éste les donase sus propiedades antes de su matrimonio con Maribel, les retiraron el usufructo del chalet en el que vivían y el bar que regentaban.