La semana de las pruebas de selectividad ha sido en la Comunitat Valenciana más agitada de lo habitual. El alumnado que se presentaba en la modalidad de ciencias ha levantado la voz contra el examen de matemáticas valenciano, que tildan como «el más difícil de la historia». Independientemente de si tan rotunda afirmación se ajusta o no a la realidad „prácticamente todos los años sale, en alguna autonomía, un examen que es definido de forma similar„, la manifestación estudiantil ha servido para poner encima de la mesa un debate acerca de la conveniencia del actual modelo de selectividad. La solución a priori más sencilla, que se ha propuesto por parte del alumnado, es igualar las pruebas en todas las comunidades autónomas. Parte del colectivo docente, no obstante, apuesta por una reforma de mayor calado. Así se manifiestan José Manuel Chenoll (profesor de informática en el IES Mestre Esteve de Catadau) y Empar Duart (matemáticas en el IES Enris Soler i Godes de Benifaió), dos docentes de la Ribera que fueron premiados por la UPV en los galardones que otorgan los estudiantes a los que consideran sus mejores profesores. Desde la autoridad que les otorga el reconocimiento de sus pupilos, ambos abogan por repensar la educación secundaria para adaptarla a los nuevos tiempos.

Según su perspectiva „debatida con otros profesores„, el actual modelo educativo está obsoleto y necesita de una reforma profunda. El problema no son solo las PAU, aunque sean lo que ahora hace más ruido: es solo el síntoma de una dolencia que afecta desde a los futuros universitarios hasta a quienes caen en el fracaso escolar. «Se enseñan y piden competencias genéricas muy profundas que, a la hora de cursar una carrera, no sirven para nada, pero que en cambio sí pueden dejarte fuera de ella», explica Chenoll, que añade, además, que en su mayoría son conocimientos que tan solo se memorizan para olvidarlos rápidamente una vez se aprueba el examen. Empar Duart, por su parte, es más cauta que Chenoll, pero coincide en pedir un replanteamiento de la enseñanza. Por ejemplo las matemáticas „su materia„ son para ella necesarias en muchas carreras, pero apunta que convendría repartir su contenido en varias asignaturas, para especializar al alumnado según sus preferencias. «Hay que ayudarles a encontrarlas. En seis años de educación secundaria no hemos sido capaces de mostrarles el abanico de posibilidades que tienen», explica Chenoll al respecto.

Ambos inciden en la crítica a los «cupos» de materia que hay que cubrir en cada ciclo educativo, que pretenden asegurar unos conocimientos mínimos en el estudiantado, pero siguiendo métodos ya «obsoletos», según Chenoll. El fracaso escolar bebe de esta dinámica, y encuentra su origen en «el desinterés». «Tener a alguien 50 minutos en clase, atendiendo a algo que no le gusta, es imposible», explica Chenoll. Duart amplía el foco, y apunta a que son varios los factores que acaban empujando a un alumno a no acabar de estudiar. «Socialmente, la educación está poco valorada. Y ahora los alumnos viven con distracciones que antes no tenían», resume.

Dos posibilidades de enseñanza

«Aprovechando que Informática no va para las PAU, puedo adaptar la materia a las necesidades de los alumnos. Al principio de curso les pregunto qué tienen pensado hacer luego, y monto el curso teniéndolo en cuenta». Chenoll, en los últimos años, ha introducido materias como la robótica o la programación. Irónicamente, que su asignatura no entre en las PAU permite que sus alumnos salgan mucho más preparados para lo que les espera en la facultad. El caso de Amparo es distinto. Suya es la materia objeto de polémica en la selectividad, un horizonte que ata de pies y manos la programación de la asignatura, e indica que, como muchos, sus alumnos también salieron llorando del examen. «Y es que hay asignaturas con muchísimo, demasiado peso en la nota final. No debería ser así».