Carcaixent ha viajado en el tiempo este fin de semana. Lo ha hecho a una época en la que no existían los smartphones, internet, ni nada que se le pareciera. La cuarta edición de la Fira Modernista ha llenado la ciudad de vecinos vestidos con indumentaria de hace un siglo y de, sobre todo, un gran número de visitantes. Su rico patrimonio histórico y arquitectónico es, en sí mismo, un atractivo más que suficiente para sorprender a las miles de personas que durante este fin de semana visitan sus calles.

El ayuntamiento, junto a sus colaboradores y voluntarios, ha preparado un programa de actos tan variado que a cualquier hora se puede disfrutar de una ruta guiada o un recorrido teatralizado. Si bien es cierto que la afluencia en las primeras actividades de ayer fue algo escasa (el día nuboso no acompañaba), a medida que pasó el tiempo pasear por algunas de las calles se convertía en una tarea compleja.

Las visitas guiadas fueron, con diferencia, las preferidas del público. Un tren turístico desplazó, en repetidas ocasiones, a decenas de personas a los huertos monumentales de Carcaixent. Se podían visitar el de Sant Eusebi, el de Sant Vicent, la Serratella y el de l’Ermita. Aunque también se podía acceder o visitar algunos de los lugares más emblemáticos dentro del rico patrimonio modernista de la ciudad. Era el caso de la Reial Séquia, el mercado, el ayuntamiento, el asilo de la Mare de Déu dels Desamparats o, por su puesto, la joya de la corona: el Magatzem de Ribera.

Testimonio vivo

Precisamente, el histórico almacén fue escenario de una pequeña obra a cargo del grupo de teatro Àgora y Amics de la Vieta. En ella, un reportero se encontraba, sin comerlo ni beberlo, con unos espíritus de las personas que trabajaron en «La Catedral de la Taronja». Allí se explicó de manera resumida y amena el contexto histórico de la época que durante estos días se evoca. Fue un tiempo en el que Carcaixent era uno de los principales núcleos ferroviarios y el negocio citrícola estaba en plena ebullición. Como cantaron algunas de las ficticias empleadas, las naranjas de allí eran «més dolces que la mel i criades a Carcaixent». Curiosamente, entre las decenas de personas del público se encontraba Julieta, una vecina de la localidad que trabajó en el almacén de Ribera y recibió uno de los aplausos más emotivos de la jornada.

Una ruta urbana por algunos oficios tradiciones en Les Barraques, otra para descubrir los árboles centenarios de la localidad, un cine de época a la fresca, un taller para realizar «trencadís» modernista, un rastro de muebles antiguos y customizados, actuaciones teatrales itinerantes, recreaciones de escenas cotidianas de la época... El abanico de posibilidades es inmenso y todavía se puede visitar en la jornada de hoy. Además, cabe destacar que todo ello está aderezado una gran cantidad de puestos comerciales en los que poder adquirir indumentaria y complementos de la época.